Rek'sai parte 7

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Jaheje miró hacia donde Shahib estaba mirando. Detrás de él, montones de madrigueras se habían abierto camino en el acantilado, formando un patrón de intersecciones de círculos. Una extraña conexión de energía oscura surgía del interior de cada una de ellas, y goteaba como un líquido pegajoso. Y a través de aquella matriz, una incomprensible realidad se extendía y retorcía al mismo tiempo que algo intentaba abrirse a este mundo.

Oculto en aquel valle aislado, el verdadero cubil de los Xer'Sai era un túnel en construcción. Un túnel hacia un lugar de pesadilla en el que aquellas criaturas habían nacido, y criaturas aún más repugnantes aguardaban, hambrientas, a que el portal a este mundo estuviera listo.

''Sigue adelante, Jaheje'', dijo Shahib con una sonrisa cansada. ''Cada paso suave como el de un ratón, zancadas largas como las de una gacela. Tienes que sobrevivir a Sai Kahleek''.

Jaheje consiguió llegar a los límites del cañón, y entonces oyó el grito. Un paso tras otro puso cada pie con cuidado, comenzando por el dedo gordo y hasta el talón, tal como Shahib le había enseñado.

Lo hizo a la vez que su maestro quedaba reducido al sonido de huesos quebrándose y de la gran bestia masticando.

Jaheje contempló cómo Rek'Sai abría la mandíbula y escupía una bola pegajosa de energía oscura formada con lo que quedaba del cuerpo de Shahib. La bola rotó a la vez que unos zarcillos se formaban al son de Rek'Sai y creaban una nueva conexión entre dos de las madrigueras.

Jaheje apartó la vista y se alejó del valle con los pasos más silenciosos.

El día siguiente, Jaheje ya no pudo sudar. Sintió la sequedad de sus ojos, que rasgaban sus párpados. Tenía los labios cortados e inflamados por la falta de sangre.

Cuando los músculos de sus piernas cedieron a los calambres por la deshidratación y ya no fue capaz de seguir avanzando en silencio se permitió echarse al suelo y ponerse a llorar. Lloró por los días de hambre que había sufrido antes de unirse a la caravana de Shahib. Lloró, consciente de que sus padres lo habían abandonado a él en vez de a sus hermanos. Lloró por Shahib, la primera persona que había sido amable con él. Y fueron aquellas últimas lágrimas las que le dieron las fuerzas para continuar a pesar de los calambres. A sabiendas de que cada uno de sus pasos temblorosos revelaba su posición a cualquier Xer'Sai cercano, Jaheje siguió avanzando a trompicones.

Cuando Jaheje llegó al gran río Renek y contó su historia, pocos le creyeron. Pero quienes fueran a cruzar Sai Kahleek lo harían con Jaheje. Y Jaheje les enseñó a prevenir callos en los pies y a caminar silenciosamente. Les enseñó cómo sobrevivir en Sai Kahleek, y avisó a sus pupilos sobre la bestia llamada Rek'Sai.

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