Shen, El ojo del crepúsculo

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Shen, un misterio tanto para el reino de los espíritus como para el mortal, no pertenece a ninguno de los dos. Aunque nació en una de las familias más veneradas del norte de Navori, fue el cargo de su padre como Ojo del Crepúsculo lo que marcó su destino en la orden Kinkou.

Como hijo del gran maestro Kusho, estaba inmerso en la cultura de la orden, cuyos preceptos básicos conocía tan bien como el atardecer de Jonia. Era consciente de la necesidad de podar el árbol, de la determinación que había en cazar el sol, pero lo que mejor aprendió fue la sabiduría de vigilar las estrellas. Meditó y estudió durante toda su infancia, y todos sus profesores lo consideraban un alumno ejemplar.

Su mejor amigo, el único que podía rivalizar con él en los combates de práctica, era el joven acólito Zed. Crecieron como hermanos, y a menudo se confiaban el uno al otro sus esperanzas y sueños. Zed le aportaba a Shen un punto de vista diferente en cualquier materia, y pronto se ganaron la fama de los alumnos más prometedores que había entre los Kinkou.

A medida que sus habilidades se desarrollaban, Kusho los llevaba a misiones cada vez más peligrosas, incluida la caza del demonio dorado que tenía atormentada a la provincia de Zhyun. La búsqueda duró años, pero Shen no se desalentó, ni siquiera al descubrir incontables y terribles asesinatos. Cuando por fin capturaron al "demonio", descubrieron que se trataba de Khada Jhin, un mero tramoyista de un teatro ambulante. En vez de ordenar la ejecución del criminal, el gran maestro Kusho lo envió a prisión.

Aunque Zed y él pensaban que el asesino merecía un castigo más severo, Shen aceptó la decisión de su padre. Se esforzaba por emular la ecuanimidad del Ojo del Crepúsculo, algo que no le hacía gracia al amargo y resentido Zed.

Incluso cuando los invasores noxianos amenazaban la paz de las Tierras Primigenias, Shen apoyó reticente la inacción que defendía Kusho. Pero, cuando Zed abandonó a los Kinkou para unirse a la batalla, Shen se quedó tras los muros del templo.

El enemigo no tardó en ocupar muchas de las provincias. A pesar de ello, Shen se centró en mantener la armonía espiritual de Jonia. Así fue que, estando lejos de su hogar, sintió que se producía un sobrecogedor desequilibrio en la orden de los Kinkou. A su precipitado regreso, se encontró con los supervivientes de un sangriento golpe. Estos le contaron que Zed había reunido a varios de sus acólitos y había tomado el templo.

Lo peor de todo era que el padre de Shen había sido asesinado por el hombre al que un día consideró su hermano.

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