Soraka, La hija de las estrellas

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Hace milenios, cuando incluso el tiempo era joven, los habitantes del reino celestial observaban a las razas emergentes de Runaterra con una preocupación cada vez mayor.

Estas criaturas se alejaban de forma salvaje, impredecible y peligrosa de los grandes planes diseñados por los de arriba. La guía y los destinos que se habían tejido en el cielo nocturno pasaban desapercibidos a menudo o, lo que es peor, las mentes mortales malinterpretaban estas señales, lo que provocaba caos, incertidumbre y sufrimiento.

Incapaz de ser un mero espectador, uno de los seres celestiales descendió al reino mortal con la determinación de desenredar los nudos en el tapiz de lo terrenal. Esta hija de las estrellas adoptó una forma de carne y hueso y, aunque la poderosa magia que corría por sus venas abrasó todo su cuerpo, era consciente de que su sufrimiento era un pequeño precio a pagar si podía ayudar a curar todo lo que estaba roto e incompleto.

Así nació Soraka, que emprendió un viaje con el objetivo de sanar a los mortales que encontrara.

A pesar de ello, aprendió con rapidez la crueldad de la que eran capaces las gentes de Runaterra. Ya fuese en los campos de batalla de los inevitables conflictos, en los sórdidos callejones de las ciudades en expansión o en las extensiones de naturaleza salvaje más allá de ellas, Soraka era testigo de una lucha, traición y sufrimiento que parecían no tener fin. Observaba estupefacta cómo los mortales rompían los hilos del destino que podrían haber tejido juntos. Llegó a la conclusión de que sus vidas eran demasiado cortas. Simplemente, eran incapaces de ver los grandes patrones, ahora olvidados.

Mientras Soraka vivía entre ellos como una más, tratando de reparar todo el daño que podía, sucedió algo increíble y totalmente imprevisto.

De entre los entresijos, los nudos, los enredos y las desordenadas costuras en los grandes patrones, Soraka presenció cómo surgía un nuevo e inesperado diseño entrelazado y de asombrosa complejidad.

Sin quererlo y de forma natural, los mortales estaban forjando nuevos y desconocidos futuros. Desde el reino celestial habría parecido el caos absoluto, pero con su nueva perspectiva y gracias a la bendición de las estrellas para poder hacer frente al paso del tiempo, Soraka presenció una belleza que rozaba la perfección. Al igual que los mortales tenían la capacidad más profunda para la crueldad, también poseían un potencial infinito de bondad e inspiración que rivalizaba con cualquier otra cosa entre las estrellas.

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