Oriana parte 3

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A los pocos días, fue Orianna quien cayó enferma, y pronto tuvo problemas para respirar incluso el aire limpio de su hogar. Cada inhalación era angustiosa y, a medida que sus pulmones se deterioraban desde el interior, se vio obligada a enfrentar su propia mortalidad.

Devastado por el deterioro de la salud de su hija, Corin puso todos sus esfuerzos en desarrollar su proyecto más ambicioso hasta la fecha: sustituir los pulmones en disolución de Orianna con réplicas mecánicas. Corin empleó los mejores materiales de filtración biomecánica, normalmente reservados para sus clientes más acaudalados. Tras semanas de noches en vela desarrollando un exquisito mecanismo de relojería, Corin lo insertó en el tórax de su hija. Queriendo evitar que Orianna se expusiese de nuevo al peligro, Corin le instaló un dispositivo para dar cuerda a sus pulmones con una llave que solamente él podría girar. Los pulmones artificiales funcionaron perfectamente, y pronto Orianna estaba de nuevo haciendo chapuzas en el taller.

Por desgracia, poco le duró la suerte. Tras algunos meses de buena salud, su situación empeoró, al extenderse la enfermedad al resto de su cuerpo. Orianna y su padre trabajaron febrilmente para desarrollar réplicas mecánicas de diversos órganos, y según fallaban las distintas partes de su cuerpo, iban siendo reemplazadas.

A medida que su anatomía era alterada inexorablemente, Orianna dudaba más de su propia identidad. Cada vez más partes de su cuerpo eran sustituidas por engranajes y mecanismos chirriantes. Retenía la mayor parte de sus recuerdos de humana, pero sentía un peculiar distanciamiento de su antiguo yo. También su padre percibió el cambio; a veces, Orianna lo oía llorar en lo profundo de la noche. Para animarla, compró entradas para el teatro de Piltover, pero Orianna insistió en irse en medio de la sesión, alegando que ya había aprendido todo lo que podía del espectáculo.

Devastado por la pérdida gradual de la personalidad de su hija, Corin trató de ayudar a Orianna a rescatar sus viejos recuerdos y su antigua forma de ser, corrigiéndola cuando se desviaba en exceso de su comportamiento habitual. Orianna seguía sus instrucciones, pero pasó a resentir cada vez más su interferencia, deseando poder ser simplemente ella misma.

En el transcurso de un año, Orianna era ya casi por entero mecánica, a excepción de su corazón, que permaneció milagrosamente intacto frente al avance furtivo de las toxinas.

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