Zilean parte 2

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Sin aliento y con alegría, compartieron con Zilean noticias de un poder antiguo que habían descubierto, uno tan inmenso que aseguraría la victoria de Icathia.
La hablaron del poder del Vacío.
Zilean contempló a aquellos que reconocía como sabios, y en sus ojos solo encontró el brillo de la locura. Por mucho que le doliera, Zilean prefería que el imperio aplastara la revolución de su tierra antes que permitir que se pusiera en libertad semejante abominación.
Sus peores miedos acabaron por hacerse realidad. Cuando se desató su poder en la batalla, el Vacío arrolló rápidamente a los magos que trataban de controlarlo e Icathia quedó condenada sin remedio.
Cuando trataba de escapar de la capital, el suelo comenzó a temblar. Los edificios se desplomaban. Horrores que no pertenecían a este mundo ni al de más allá emergían de las profundidades y aplastaban a los aterrorizados ciudadanos que se interponían en su camino.
Estaban atrapados. Morirían cientos de miles de inocentes. Desesperado, Zilean instó a tantos ciudadanos como pudo a que se refugiasen en su torre, donde hizo lo imposible.
Consiguió hacer desaparecer todo el edificio de la línea temporal.
Se desplomó, agotado, y contempló las figuras congeladas que lo rodeaban. Había detenido al Vacío, pero solo dentro de esas paredes. Fuera, donde un día había estado Icathia, ya no quedaba nada.
Zilean había pasado décadas tratando de comprender los misterios del tiempo y de la causalidad, y ahora solo él podía moverse con libertad dentro de la anomalía que había creado. Había conseguido salvar a toda esa gente, eso era cierto. Pero no sabía cómo revertir el proceso que los había puesto a salvo. Meditó profundamente y diseñó esotéricos aparatos con el objetivo de discernir los fragmentos del pasado y del presente que habían conducido hasta ese momento. Poco a poco, aprendió a moverse entre ellos en busca de un futuro en el que sus esfuerzos hubieran dado fruto...
Fue allí donde descubrió la verdadera amenaza: el fin de todo. El terrible desenlace de Runaterra.
En términos prácticos, Zilean ahora existe en todas partes y en todo momento. No obstante, llegar a ese estado le ha servido para entender las consecuencias de tratar de cambiar el mundo y dar pie a destinos inesperados: conflicto y, en casi todas las ocasiones, peligro. Quizá si encuentra la manera de salvar a su gente, podrá también evitar la llegada del fin.
La única pregunta es... ¿qué tendrá que sacrificar para conseguirlo?

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