Urgot parte 2

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Pero cuando la hoja de la baronesa penetró en su carne, Urgot se dio cuenta de que su cuerpo ya estaba consumido por una agonía que ni Voss podía causarle. La Draga le había otorgado la fuerza que nunca tuvo como verdugo.
El dolor era el secreto de Zaun. Su risa hizo que Voss volviese a la superficie, y un reino de anarquía nació en las profundidades.
Urgot tomó el control de la prisión y comenzó a deleitarse con nuevas pruebas de supervivencia. Localizó las partes más débiles de su cuerpo y las reemplazó con maquinaria que había recogido, con tecnología creada por aquellos que morirían sin ella; la necesidad como la madre del dolor.
Los guardas ya no podían entrar en las zonas Urgot había arrebatado a Voss. Los mismos reclusos le tenían más miedo a su nuevo amo que a ella. Muchos incluso llegaron a sentir un exaltado respeto por Urgot, forzados a escuchar sus febriles sermones sobre la naturaleza del poder, estrangulando a aquellos que no querían escuchar.
No fue hasta que un agente noxiano llegó a la Draga que Urgot se vio obligado a afrontar su propio pasado. Aunque el espía lo reconoció y buscó su ayuda a la hora de escapar, Urgot le dio una despiadada paliza y arrojó su fracturado cuerpo hacia la oscuridad.
Urgot se dio cuenta de que Noxus no estaba gobernada por la fuerza, sino por hombres. Y los hombres eran débiles. No tendría que haber gobernantes, ni mentiras, ni nada que interfiera con el puro caos de la supervivencia. Iniciando un disturbio en la mina que prendió un filón de tecnoquímica, Urgot sacudió los cimientos de la ciudad sobre su cabeza e hizo estallar la prisión con una explosión que no tenía nada que envidiarle a la mismísima creación de Zaun. Muchos reclusos murieron, y miles desparecieron por el sumidero bajo la ciudad. Pero los dignos, como siempre, sobrevivieron.
Desde entonces, el reino de terror de Urgot no ha hecho más que crecer. La abominable mezcla de maquinaria industrial y brutalidad noxiana asesina uno a uno a los barones químicos y a sus lacayos, reclutando a los suyos propios de entre las masas de oprimidos de Zaun. A aquellos a quienes les perdona la vida les entrega un mensaje: no está aquí para liderar, sino para sobrevivir. Si eres digno, tú también sobrevivirás.
Y las pruebas... son solo el principio.

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