XLVII. "Mis Hijos"Salí de mi despacho, miré la hora en el reloj en mi muñeca y sus manecillas indicaban que eran las 11:25 pm. No tenía sueño, tampoco me sentía cansado, pero aún así fui directo a mi recámara.
Abrí la puerta de esta, y al hacerlo, me encontré con algo que siendo honestos nunca esperé.
Las luces estaban encendidas y ella estaba de pie junto a mi cama, mis ojos la repasaron, vestía un tipo de camisón transparente que revelaba sus bragas negras y sus pechos sin sostén, su cabello estaba atado perfectamente como si quisiera que no le estorbara.
Estaba en un trance, ella caminó hasta detenerse frente a mi y al verla ponerse de puntillas buscando besarme retrocedí. Sentí asco.
—La reina es la única que puede tocarme. —Escupí molesto, asqueado. Repitiendo lo que ya le había dicho.
—Y tal parece que todos la pueden tocar a ella, su majestad. —Tensé mi mandíbula, si no fuera porque ella era importante en todo esto la hubiese matado con mis propias manos aquí mismo, pero cuando llegara el momento lo haría, la mataría sin dudarlo. —Usted también debería permitir que otras lo toquen, alteza.
Me tenía que calmar, no podía arruinarlo y arriesgarlo todo. —Jamás caería tan bajo acostándome con una simple empleada, ¿qué te hace pensar que te permitiría a ti tocarme?
—Venganza. —Respondió y retrocedió quitándose aquel camisón, tenía un cuerpo agradable a la vista y sus pechos eran más grandes que los de mi castaña.
Pero como era de esperarse, no sentí nada, no el más mínimo deseo, no hubo reacción en mi, y me sentí un completo imbécil porque mientras que a mi ninguna otra mujer lograba hacerme sentir algo, Thea iba y fácilmente se acostaba con Nash. Y aún así, todo lo que quise en este momento fue salir corriendo de aquí e ir a esconderme con Thea.
—No soy tan patético como para hacer algo así. —Sentencié. —Vístete y lárgate, cuando regrese ya no te quiero en mi habitación.
Y sin más me fui cerrando con fuerza la puerta, vagué por los pasillos del castillo sin un destino en mente hasta que me topé a Enzo quien hizo una reverencia.
—La reina está en el jardín, su majestad. —Anunció sin que yo lo preguntara, por lo que sólo asentí.
—Deberías tomarte unos días de descanso, Enzo. —Fue todo lo que dije pensando que lo aceptaría.
—Debería, pero mi lugar es junto a mi reina y mi rey, especialmente junto a la reina, alguien tiene que estar junto a ella cuidando de su estado cuando a el rey no le plazca hacerlo. Hasta mañana, su alteza. —Solo a Enzo le permitiría algo así, él parecía ser el único al que de verdad le importábamos, por lo que sin darle importancia ignoré todo lo que había dicho, claramente no sabía lo que ella había hecho como para que estuviéramos así.
Fui hasta el jardín, ya que aunque no lo quisiera, tenía que hablar con Thea, ya habían pasado más de dos meses, tenía que hacerlo por Kian, porque él era quien saldría realmente lastimado. Y eso era algo que yo no podría permitir.
Vi a Thea sentada en los asientos que rodean la mesa de jardín, la noche está fresca, por lo que trae una delgada y pequeña sábana sobre sus hombros.
Me acerqué y ella no notó mi presencia hasta que me paré junto a ella. —Tenemos que hablar. —Dije sin mirarla a ella, y en su lugar mirando a donde el laberinto se encontraba.
—Ajá. —Se limitó a decir y sólo entonces la miré.
En todo este tiempo no le había puesto atención en lo absoluto, pero ahora que lo hacía noté que estaba más gordita, y esto lo decía porque sus mejillas estaban más llenas de lo que siempre han sido. No era algo exagerado y probablemente nadie más lo hubiese notado, pero yo si.
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G O L D |S.M.| #3
Fiksi PenggemarLa crueldad y la maldad son las columnas que sostienen el castillo, y un Rey desquiciado es quien domina su destino. En un reino donde lo que se creía oro, terminó cayendo al suelo como simples cenizas de lo que alguna vez fue considerado un tesoro...