Capítulo 2

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Ese fin de semana pasó rápido con la compañía de Mafer, como nuestras madres compartían el mismo turno, nuestro tiempo libre también era el mismo, por lo que hicimos planes para ir a conocer los mejores sitios de comida mexicana de la pequeña ciudad.

Ganándose mi corazón y estómago caprichoso «El Tío Nacho»

Esa tarde del domingo, organizamos una tarde de Netflix en mi casa donde enseñé a mi nueva amiga a preparar nachos al estilo Reyes; con crema y mucho queso cheddar, así como frijoles y jalapeños y un picante guacamole en lo que ella me ponía al corriente de cosas básicas que necesitaba saber acerca de mi nuevo colegio.

Por ejemplo; las clases eran corridas y solo había un time de diez minutos entre clase y clase en lo que cambiabas de aula y media hora de break.

La cafetería tenía horarios exclusivos para deportistas y la comida para ellos era especial a petición de los entrenadores.

Recalcó con burla que era cien por ciento sana y eso definitivamente no fue de mi agrado. Mi estómago se oponía rotundamente a comer lechuga y espinacas con agua de alfalfa y limón.

Los deportistas tomaban sus clases como el resto, pero cuando los torneos deportivos iniciaban se les permitían darle prioridad al deporte. Aun así, estaban obligados a cumplir con trabajos especiales que pedían los profesores con cierto límite de tiempo, sustituyendo mayormente un examen.

Mafer aseguraba que tenía sus ventajas hacer esos trabajos en lugar de presentar examen, haciéndome saber que no era una estudiante matadita como había creído.

Llegó el lunes y con él, todo un caos cuando llegué a mi nueva escuela. Para ser una ciudad pequeña, tenía demasiados estudiantes.

Mafer y yo estuvimos juntas casi todas las clases, a excepción de biología. Ella la había adelantado el semestre pasado, cosa que tampoco me agradó escuchar, porque iba a estar sola en una habitación llena de desconocidos, afortunadamente esa materia la llevaría únicamente solo los lunes y jueves.

Mafer miró su reloj y me avisó que estaba por sonar el timbre de la escuela para que diera inicio la siguiente clase, que me tocaba al otro extremo de donde me encontraba.

—Corre, Frida, corre —alentó mi amiga entusiasta.

La muy suertuda estaba solo a un par de metros de su siguiente clase.

Le hice una señal con el dedo medio escuchando su carcajada a mi espalda.

Faltaban menos de cinco minutos para que la clase empezara, lo que me hizo correr como loca por el pasillo hasta dar con el aula de biología.

Cuando llegué al aula tenía el corazón saliendo por mi boca y respiraba agitada. Temblorosa por la adrenalina, abrí la puerta y di una mirada rápida a la habitación buscando un lugar que estuviera solo.

Era mi día de suerte, había una mesa completamente vacía en la esquina al final del salón. Caminé como si trajera un vibrador metido entre las piernas, notando como las miradas curiosas se clavaban en mí, pero decidí no prestar atención. Poco me interesaba la opinión de la gente.

Llegué hasta el lugar desocupado y me senté en el banco. Como el asiento de al lado también estaba solo, dejé caer mi mochila, ahí.

Saqué mi libreta y un bolígrafo preparándome para la clase, segundos después, todos los chicos dejaron de hablar y hubo silenció por completo con el sonido de unos tacones entrando al aula.

Alcé mi vista al frente y me encontré con unos ojos que ya me observaban con curiosidad.

—Tenemos nueva compañera de clases, —la profesora sonrió amistosamente— y tu nombre es... —removió la papelería que estaban sobre su escritorio— ¿Frida McCainn Reyes? —preguntó para confirmar su información.

𝑻𝒆 𝒒𝒖𝒊𝒆𝒓𝒐 𝒂 𝒕𝒊 [+𝟏𝟖] [Próxιmᥲmᥱᥒtᥱ en librerías]©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora