El amargo sabor del chocolate negro inundo mi boca, saboree de un lado a otro el trocito hasta que lo sentí derretirse por completo. Maldecí al pensar que aún me faltaba un buen tramo de regreso a casa, y era el último chocolate que me quedaba. Suspire. Subí hasta el final del cuello el cierre de mi suéter, intentando detener un poco el azote del aire frío de la noche. No sirvió de mucho, y dado que no traía algo más para cubrirme mejor, mi rostro se sentía tieso.
Los gritos y bromas de mis amigos se escuchaban lejanos, a pesar de no ir mas de tres metros por detrás de mí. No les importaba que fueran las cuatro de la mañana, que la gente estuviera durmiendo cómodamente en sus camas, preparándose para una larga jornada de trabajo, aún gritaban, saltaban, porque ¿quién se atrevería a callar a los Maleantes?
Hubiera podido estar como ellos, si hubiera aceptado las rayas de coca que Requena me había ofrecido, y a pesar del entusiasmo porque Real Way había ganado por goleada, simplemente esta noche no se me antojaba, esta noche era de aquellas pocas veces que prefería mantener mis sentidos en control.
Apreté con mas fuerza el nudo de la bandera que colgaba en mis hombros, giré el cuerpo y comencé a caminar hacia atrás, dándole una hojeada rápida a las tranquilas calles de Oriente.
Los chicos reían de algún chiste seguramente puerco que había contando Vic, porque ser asqueroso era su especialidad.
—¡Kade! ¡Que no se te vaya a enganchar esa puta bandera en algún lugar cabrón, sacaré la mierda fuera de ti si algo le pasa! —sonreí engreídamente mientras movía mi puño de arriba abajo en respuesta. Era del nuevo diseño que ahora adornaría nuestra zona, Requena y yo nos habíamos pasado la noche en vela haciéndola.
Estaba por avisarles a los chicos que yo los acercaba a la estación del tren, cuando sentí un fuerte tirón que hizo que cayera sobre mis nalgas. Caí de senton sobre un charco de agua, salpicándome el torso y los brazos, evité caer por completo sobre mi espalda con los antebrazos e intenté no asquearme pensando que fuera otro tipo de liquido. Quise tomar las esquinas de la bandera que había estado usando como capa, pero estas habían desaparecido. No. No habían desaparecido. Era lo que habían jalado.
—¡Hijo de puta! —gritaron todos al unisono. Me levanté de un salto cuando vi la pequeña sombra que se escabullía por el callejón a nuestro lado, saltando sobre cajas y bolsas de basura.
Fuimos a por él. Mientras corría, el cabrón aprovechaba la suciedad y el lodo que quedaba de la lluvia que había caído por la tarde, y arrastraba nuestro trapo por todo el suelo. Corría en zic zac, enganchado la bandera en lo que se le atravesara. Arruinándola por completo. El familiar hervidero de sangre al ir en una persecución se instalo en mis venas, y exigí a mis piernas mas fuerza.
Se notaba de lejos que era nuevo, posiblemente uno de los lamehuevos del joto de Sam intentando conseguir algunos puntos. Este era nuestro puto territorio, podíamos correr por estas calles con los ojos vendados y saber en que punto estábamos exactamente parados. ¿En serio pensaba que saldría ileso? Iba a salir de aquí jodidamente muerto.
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Barrabrava.
General FictionÉire lleva toda su vida siendo un Casuals, llevada desde niña al estadio Grand Montagne por su padre, Éire vive por y para su equipo, por y para su hinchada. Con la muerte de su padre, queda un lugar disponible en los líderes de Los del infierno, l...