Treinta y dos.

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Enojada ni siquiera se acercaba a como me sentía en ese momento. Indignada, frustrada. Oh-yo-jodidamente-los-mataría-a-todos, sí.

Se había suspendido el partido. Ni siquiera pudo comenzar, porque obviamente nadie podía ignorar la masacre que se estaba llevando a cabo frente a las puertas del Grand Montagne. Lo habían movido para el lunes de la próxima semana y sería a puertas cerradas.

Yo había estado ya adentro del estadio cuando la mierda empezó. Había estado terminando de decorar los últimos detalles para el recibimiento, junto a otros barristas que se habían ofrecido a ayudarme. El estadio, por supuesto, no había estado lleno aún. Y a los Maleantes todavía no los habían dejado pasar, eso debería haber sido el primer indicativo, pero pensé en el momento que solo se estaban poniendo mas severos a la hora de revisarlos.

Estaba terminando de colgar una de las banderas cuando, desde el túnel que conectaba la entrada a la zona, se comenzó a escuchar mucho jaleo.

Personas cualesquiera comenzaron a entrar a la zona de la barra. Hombres, mujeres, niños. Fue cuando los pocos de la barra que estábamos dentro, nos comenzamos a inquietar. Por las miradas de terror en las mujeres y los ojos abiertos en miedo y preocupación de los niños.

Deje caer la bandera que estaba sosteniendo, y corrí hacia la puerta. Me detuve frente al barandal de la escalera. Personas intentando entrar en montón por la puerta de abajo. Todos corrían hacia un solo lugar, huyendo de la parte contraria a donde estábamos. Huyendo de las zonas por donde los Maleantes se encontraban.

Baje las escaleras con piernas rápidas, Christian, el lamehuevos mayor de Sam, siguiéndome por detrás. Intentamos cruzar las puertas, pero la gente se encontraba amontonada y no quería pasar repartiendo codazos para despejar el camino. En una de esas podría pegarle a un niño o un anciano, pero ni a permisos se quitaban.

Una pareja paso corriendo frente a la malla, la chica con la cara media ensangrentada. Y llorando sin parar.

Dioses.

Christian discutía con varios miembros de la seguridad del estadio. Alegando que podía salir a ayudar a personas que se encontraban en medio de la pelea. Pero estos no cedieron. Ya había personas de seguridad en ello, dijeron.

Volví a mirar hacia la malla, y luego hacia la fila de seguridad que rodeaban a los aficionados que iban entrando. Yo podría...

No lo pensé.

Pensarlo mucho y quedarme viendo hacia ahí levantaría sospechas.

Di varios pasos hacia atrás, disculpándome repetidas veces por empujar sin querer a algunas personas. Y tomé vuelo.

Para cuando uno de los hombres de seguridad se dio cuenta que corría hacia ellos. Ya había cruzado por abajo del brazo de uno y brincado hacia la mella. Trepe con rapidez. Seguridad gritandandome que bajara de ahí. Jadeos y gritos de "¡Dios santo, se va a matar!" a mis espaldas, pero la verdad era que la malla no era muy alta, a lo mejor unos cinco metros de alto. Por el rabillo del ojo, vi a Christian aprovechar la distracción para hacer lo mismo.

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