Tenía todo perfectamente planeado. Esperaría que terminara su turno, y la buscaría. Le explicaría lo que quería de ella, y el beneficio para ambos. Ella lo pensaría, había la posibilidad que se pusiera un poco histérica, me maldijera o alguna cosa así, pero era mínima, por lo que aceptaría. Tendríamos un trato, y al tener un trato, habría que cerrarlo, así que, follaríamos en el callejón o en la camioneta. Cada quien se iría hacía su parte de la ciudad y luego regresaría mañana, y así sucesivamente hasta que me cansara.
Le di un largo trago a mi cerveza y la mire desde mi mesa al fondo del lugar. No me había visto llegar, lo que era bueno, suponía.
Hoy llevaba el cabello ondulado, agarrado en media coleta, y lucía un corte de unos buenos dos centímetros en el pómulo. La última vez que me toco viajar al norte, me agarraron entre cuatro Inkinga, estuve un lapso en el hospital por ello, fractura de costillas y esas cosas. Fue divertido.
Inkinga era una de las pocas barras del país que tenía mi respeto. Había barras como la nuestra, y otras, a las que se les permitía llevar armas, o golpear con cualquier cosa que se encontraran, aunque nada de pistolas. Y había otras, como los Inkinga, o Los del Infierno, que tenían códigos, uno de ellos era que ninguno de sus integrantes podía agredir con cualquier tipo de arma. Ni siquiera manoplas.
El lugar se fue vaciando poco a poco, hasta que solo quedamos un grupo de universitarios en la barra, y yo aún en las mesas del fondo. Las meseras fueron limpiando y subiendo las sillas para trapear el piso, lo tome como mi hora de salida, por lo que pedí la cuenta y salí a esperarla.
»»»
Estaba lo suficientemente frío para pensar en esperarla dentro de la camioneta, pero temía que pasara de largo, por lo que espere recargo en una de las puertas. Era pasada la media noche y había poco movilidad en la zona.
Me enderece cuando la vi salir. Llevaba una sudadera de ACAB, junto a un gorro de lana sobre su cabeza. No prestaba atención a lo que estaba frente a ella, bien podrían haberla atropellado al cruzar la calle puesto que ni siquiera levanto la cabeza. Iba concentrada tratando de desenredar lo que parecían ser un montón de cables. Me volví a recargar en mi camioneta en lo que esperaba que pasara frente a mí.
—Hey. —saludé, tenía el presentimiento que tenía empezar mejor de lo que había terminado ayer. Saltó, literalmente, saltó como un metro a la derecha. Se llevo las manos al pecho, y me miro molesta. Parpadeo varias veces enfocando la vista.
—Ah, eres tú. —murmuró, para nada sorprendida de verme. Llevo su mano al bolsillo de la sudadera y saco un papel, que me tendió.
En él estaban garabateados un par de números telefónicos, abajo con letras remarcadas estaba escrito "psiquiátricos".
Apreté mis labios, voltee a verla con una ceja alzada. Aunque su mirada seguía siendo molesta y algo irritada, había un poco mas de suavidad en ella. —¿Qué? —dejé la pregunta al aire, esperando que se explicara.
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Barrabrava.
General FictionÉire lleva toda su vida siendo un Casuals, llevada desde niña al estadio Grand Montagne por su padre, Éire vive por y para su equipo, por y para su hinchada. Con la muerte de su padre, queda un lugar disponible en los líderes de Los del infierno, l...