Veintiocho.

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Una especie de inquietud se agrupo en mi estomago

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Una especie de inquietud se agrupo en mi estomago. Los dedos de mis manos picaban, así como las piernas. Y cuando sentí un extraño de escalofrío que me hizo perder la concentración, separe nuestros labios. Todavía sostenía a Éire por el trasero, y lo apreté con suavidad antes de bajarla nuevamente al piso.

Sus ojos se achicaron en confusión. Sus hinchados labios frunciéndose, y antes de que me detuviera a pensar en lo que hacia, deje un pequeño beso sobre estos.

No entendía porque, pero era jodidamente importante. Algo en mi cabeza me decía que tenía que hacerlo. Verificarla. Tome con mi pulgar e indice su barbilla, elevándola. Y colocandola hacia a un lado para que la débil luz de la farola diera directamente a su cara, inspeccioné en busca de alguna marca, moretón o rasguño.

—Dos días —farfullé. Llevando al lado contrario su rostro para seguir con mi inspección—. Dos putos días, Éire.

Solté su rostro de golpe, dejando caer mis manos a los lados. Mis puños abriendo y cerrándose con la esperanza de eliminar la calidez de su piel, que parecía impregnarse en las puntas de mis dedos.

No sabía como tomarme la sorpresa en su rostro. Y como si supiera que se había quedado viéndome embobada por varios segundos, meneó la cabeza sutilmente.

—Tú tampoco me hablaste. —contra atacó. Ese hecho no le molestaba, parecía más divertida mientras daba un pequeño paso hacia mí.

—Prioridades.

Ambos las teníamos en este caso, de hecho. Ni siquiera sabía porque me había detenido para asegurarme que LDI no la hubieran golpeado, o intentado, después de todo, Éire no le importaba ponerse al tú por tú con hombres. Y más temprano en el día, no había pensado en lo absoluto en tener esta platica.

Éire murmuró: —No me dejan en paz. Pasan cada jodido minuto del día en mi casa. Tenían la excusa de los preparativos de la barra frente al clásico pero, sé que lo seguirán haciendo por un tiempo —rodó ese pequeño aro en su labio, que me daba ansias y me excitaba en igual cantidad—. Tenemos que andarnos con cuidado.

Mi pecho se hincho cuando inhalé con fuerza. Un molesto nudo agrupándose en la boca de mi estomago. No me gustaba. No me gustaba la importancia que ellos tenían en su vida.

Aquello me enfureció de manera inesperada.

La atraje hacia mí con mi mano en su nuca. Saboreé el dulce sabor de su boca, parecía incluso más dulce después de dos días sin sentirla. Éire siguió mi ritmo, mordiendo y chupando mis labios. Hasta que mis caderas se movieron por voluntad propia y me restregué contra ella. Mi pene punzando con la necesidad de sentir la parte más suave y húmeda de Éire.

Deje sus labios por un momento, bajando a su cuello. Buscando el punto detrás de su oreja que sabía, le haría soltar ese sonido necesitado que tanto me encantaba. Éire desabrochó con facilidad el botón de mi pantalón, sus manos se colaron por abajo de mi boxer, me eché ligeramente hace atrás cuando sus uñas rosaron la parte baja de mi estómago. Odiaba las malditas cosquillas que el ser tocado ahí me provocaba. Cuando por fin tomo entre sus dos manos mi polla, el que soltó el sonido necesitado fui yo.

Barrabrava.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora