Treinta y cinco.

92 12 7
                                    


—Solo pienso que tal vez tú podrías hablar con él

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Solo pienso que tal vez tú podrías hablar con él. —concluyó Lenz, después de explicarme el raro comportamiento de Milan.

Claro que si Lenz, porque Milan no me odiaba en lo más mínimo.

La verdad es que después del día de la pelea, no me habían quedado ganas de tratar de razonar con él. Había perdido la maldita cabeza, porque de otra forma, no entendía como es que casi mataba a Kade.

Tampoco quería dedicarle mucho tiempo al hecho de que hubiera pasado si Lenz no se hubiera interpuesto. A ver, eramos barristas. No asesinos. Gran diferencia. Y Lenz seguía sintiéndose mal por lo que había pasado. No por la tremenda putiza que se habían puesto, si no por dejar a Kade tirado sin saber si aún vivía o no.

Y dado el comportamiento de Milan, también le había afectado lo que estuvo a punto de hacer. Según Lenz, había ido a casa de Milan casi todos los días de la pasada semana, solo le había abierto dos veces. Las dos veces parecía estar más que ebrio y rechazo todas las veces que Lenz le insistió salir. Ya fuera a casa de León o Sam. Y la única vez que me menciono, Milan no lo volteo a ver ni una sola vez. Lenz no estaba seguro si lo había visto llorar, o era su estado de ebriedad.

Mentiría si dijera que no me preocupaba, porque lo hacia. Mucho, de hecho. Por eso haría lo que mejor pudiera y mandaría a Samir y a León a hablar con él para que lo pusieran en cinta. Si señor.

Saque del horno el pastel de chocolate y flan que había estado haciendo antes de que Lenz llegara y lo puse sobre la barrita de la cocina.

—No lo sé, Lenz. ¿Qué se supone que le podría decir? —pregunté sin mirarlo, dejando los guantes de cocina a un lado—. Oye Milan te perdono por casi matar a mi amante, ahora ¿por qué te estas mamando becerro?

Lenz rodó los ojos y negó con la cabeza. Tomando un sorbo del chocolate caliente que había preparado para comer con el pastel. Estas fechas despertaban a la repostera que vivía en mí.

Recargue mis brazos en la barrita mientras ahuecaba con ambas manos mi taza, mi mente a kilometros de distancia de mi cocina. Había sido una semana extraña, León y Sam habían estado más que ocupados con todo este asunto post pelea, y casi no se habían parado por acá, de hecho, no se habían parado para nada. León llamó hace unos dos días, para preguntar si tenía noticias sobre el estado de salud de Kade. Le dije que viviría, eso pareció satisfacerlo, y ya no volvió a tocar el tema. Sam y yo apenas y nos habíamos dirigido dos que tres palabras, él seguía enojado por mis encuentros con Kade, y yo seguía enojada con él por meterse en lo que no le concernía y aparte, apoyar la idea de Milan de buscarlos en el clásico pasado.

Así que, estábamos en un punto muerto por el momento.

—Es León, —comentó Lenz, mientras leía la pantalla de su teléfono—. Esta en casa de Milan, no le abre, aunque si lo escucha adentro—. Toco la pantalla varías veces, y se levantó, me enderecé junto a él—. Será mejor que vaya para allá, tal vez los dos podremos lograr algo con Milan, ¿segura que no quieres venir?

Barrabrava.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora