Todas las veces que intenté encontrarme con la mirada de Kade para saber en que demonios pensaba para aceptar la invitación de mi abuela, él me esquivaba. Incluso inicio una prolongada charla con mis abuelos acerca del porque la comida italiana era su favorita. Estaba segura que la mitad de esa historia era pura mentira, era demasiado cursi y no encajaba para nada con él, pero inesperadamente, tenía a mis abuelos atentos a cada palabra que soltaba.
Aunque abuelito Isaac había relajado un poco el ceño, de vez en cuando lo veía mientras Kade ponía la mesa -que al parecer ahora adoraba hacer- y lo miraba con ligera desconfianza, para luego posar sus profundos ojos negros sobre mí y tratar de encontrar mi mirada, que casualmente, esquivaba también.
Y claro que por supuesto que abuelita no desaprovecho la oportunidad para sacar toda la información que pudiera.
—Así que, ¿desde cuando se conocen?
En un acto completamente inesperado para mí, Kade volteó a verme para preguntarme de cual pasta quería, me tomo unos dos minutos salir del shock que aquello representaba. Estaba segura que lo miraba como si le hubieran salido tres cabezas. Tiempo en el que mis abuelos me miraron ligeramente extrañados. Con un simple gesto de barbilla le señale a Kade la pasta, y comenzó a servir.
—Hace unos tres meses, mas o menos. —contestó, dejando el plato frente a mí y luego sirviéndose él.
—Oh, hace poco entonces. Éire no nos suele presentar amigos nuevos, ¿también estas con la barra? —apreté el tenedor un poco más fuerte de lo normal, tratando de pensar en algo para decir. De reojo, miré las comisuras de los labios de Kade levantarse ligeramente.
—Es maleante. —dijo abuelito Isaac, tomándonos por sorpresa a los tres, que volteamos a verlo de manera sincronizada—. ¿Qué? Lo supe en el momento en que lo vi —mordió un pedazo de pan, con el que después apunto a Kade de arriba a abajo—. Tiene toda la percha de mamón.
Intenté con todas mis fuerzas no soltar la carcajada que burbujeaba en mi garganta. Dios, como adoraba a estos viejitos. Kade, por su parte solo se limitó a parpadear.
—Tienes un hijo y dos nietos que están con esa barra. —recordó abuelita, que intentaba de igual manera no sonreír.
Kade volteo a verme con las cejas alzadas en pregunta y sorpresa. Un gesto mío de asco fue suficiente para afirmar lo dicho.
—Y no los aguanta ni Dios.
—Cierto. —secundé al abuelo. Porque jamás en mi vida desperdiciaría una oportunidad para quejarme de ellos.
—¿Y bien, me equivoco? —abuelito, al parecer, no quería dar por perdida la conversación.
—No, señor. No se equivoca.
Abuelito Isaac y Kade se miraron a los ojos por dos coma dos segundos, donde abuelita y yo paseábamos la mirada de uno al otro y viceversa, al final abuelito asintió con ligera aprobación y siguió devorando su comida.
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Barrabrava.
General FictionÉire lleva toda su vida siendo un Casuals, llevada desde niña al estadio Grand Montagne por su padre, Éire vive por y para su equipo, por y para su hinchada. Con la muerte de su padre, queda un lugar disponible en los líderes de Los del infierno, l...