Se veía horrible. Las capas de maquillaje que traía en el rostro no llegaban a tapar las partes moradas y verdes que rodeaban el centro de su cara, y cojeaba levemente por toda la barra. Aún así, le niña atendía a los clientes con una sonrisa, como si no hubiera sido golpeada hace apenas dos noches. Como si los moretones de su rostro no fueran un contraste tremendo.
No me había esperado verla aquí, fue una sorpresa voltear y verla servir tragos tras la barra mientras reía con los clientes. La única razón por la que regresamos a este pub era porque Vic se había obsesionado con la dueña del lugar, era indignante saber que habíamos viajado por casi cuarenta minutos por un maldito coño.
Volví a dirigirle una mirada llena de reproche a Vic, que ni cuenta se dio, la dueña no se aparecía por ningún maldito lado en las cuatro horas que llevábamos aquí. Terminé de un trago mi cerveza y le pedí otra ronda a la mesera. No quité mi vista de la niña infernal en ningún momento desde que tomo mi tarro, lo dejo abajo de la barra, tomó uno limpio y coloco limón en la orilla para luego escarcharlo con sal y posteriormente servir la cerveza. Bien, no había hecho nada raro con él. Por lo menos sabía que efectivamente, no tenía ni idea que la bebida era para mí. O que estaba aquí.
Se la había pasado escaneando todas las mesas en busca de quien la estuviera viendo, pero estábamos casi al fondo del lugar, y por la manera en que achicaba sus ojos cuando paseaba la mirada por las personas lejanas a ella, deduje que estaba medio ciega.
—Deberíamos irnos ya, a lo mejor no viene hoy.
—¿Llegaste a esa conclusión antes o después de la quinta hora aquí aplastados? —murmuré con fingido fastidio. Vic me enseño el dedo medio, dio un repaso nuevamente por todo el lugar, sus bruscas facciones tiñéndose de una ligera decepción, se levantó de la silla y busco su cartera. Lo jalé hacía abajo de regreso a su lugar, dejé mi mano en el respaldo para evitar que se fuera de bruces contra el suelo—. No quiero, ahora te esperas.
Evité mirar hacía la barra para que Vic no se diera cuenta a quien había estado observando en silencio. Su desconcierto no duro mucho gracias a su déficit de atención, no tenía idea si Vic realmente tenía TDAH o era simplemente distraído. En exceso. Pero a veces era malditamente bueno que fuera tonto. Una mujer rubia de grandes atributos pasó frente a nuestra mesa, acaparando por completo la atención de Vic, este se levantó al momento que la rubia le guiño el ojo, y murmuro palabras ininteligibles para luego seguirla por la salida de emergencia. Era tan fácil.
Me recliné más en la silla y volví a mirar a la barra, solo para encontrarme con un hombre atendiendo en el lugar que momentos antes se encontraba la niña. Me erguí, intentando ver mejor si estaba por algún lugar cercano, pero nada.
Maldita sea.
Mordí mi labio inferior con frustración, no tenía ni idea de que cojones iba a hacer, de cualquier modo. No iba a empezar una pelea en un pub desconocido con una mujer, probablemente lo tomarían como violencia intrafamilar. Y la cárcel no era un lugar donde quisiera estar. Otra vez.
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Barrabrava.
General FictionÉire lleva toda su vida siendo un Casuals, llevada desde niña al estadio Grand Montagne por su padre, Éire vive por y para su equipo, por y para su hinchada. Con la muerte de su padre, queda un lugar disponible en los líderes de Los del infierno, l...