No podía ignorar la sensación de culpabilidad que me atestaba en el estomago al pensar en el faje que tuve con Éire.
Ella era un enemigo principal de la barra, hacía unos años había peleado con Vic y le había dejado una enorme cicatriz por la mordida que le dio. La última vez que se enfrentó con Requena, le pisoteó los genitales. Era una jodida perra loca. Y estaba de más mencionar la manera en que me había robado, o cuando me dijo que no sabía satisfacer a una mujer. Estaba convencido que ella era la defectuosa, pero eso era algo para otro momento. Incluso todavía ayer, los chicos habían estado debatiendo si cruzar la linea media y encontrarla.
Sentía que estaba traicionando a mi grupo. Que estaba dejando por el suelo el nombre de la barra y el equipo. Y a pesar de ello, habíamos quedado en encontrarnos nuevamente a la salida de su trabajo, y una parte de mí, una gran parte de mí, vibraba con la excitación del encuentro.
Había esperado mucho tiempo el volver a sentir la excitación punzante que te otorgaba el saber que ibas a tener buen sexo, salvaje, animal. Y yo me estaba agarrando de un clavo ardiendo: la simple palabra de Éire de quien nadie supiera. A ella tampoco le convenía que sus colegas se enteraran.
Me dejé caer en el sofá, y quité mis botas con los pies. La casa se encontraba vacía, y el silencio me empezó a arrullar antes de que siquiera pensara en dormir. El ingeniero a cargo de mi linea, me había marcado a las cinco de la mañana, no recordaba que era lo que necesitaba a esa hora, pero me recordó que me había anotado en el tiempo extra de los sábados, y me tuve que ir al trabajo con apenas dos horas de sueño.
Apoyé mi cabeza contra el suave respaldo, hundiéndome lo suficiente para quedar medio acostado. Estaba ya mas dormido que despierto cuando los sonidos de mi estomago llegaron a mi sueño, intenté ignorarlo, pero un dolor hueco en el centro de mi abdomen se abrió paso, recordándome que no había comido nada en varias horas. Saqué mi celular del bolsillo de la camiseta y entrecerré los ojos debido al intenso brillo de la pantalla, logré ver la hora, apenas eran las cuatro de la tarde, y no tenía idea a que hora llegaría Iriza, lo que significaba que tendría que comerme un cereal hasta que ella llegara y preparara la comida.
Me levanté a duras penas, haciendo un sonido de esfuerzo digno de un viejo. Caminé a la cocina arrastrando los pies, la flojera haciéndose presente en cada paso que daba. Tomé lo necesario para prepararme el cereal, cogí un tazón grande y vacié en él lo suficiente para que mi estomago aguantara mínimo dos horas de sueño reparador, eché la leche y para rematar, un montón de chocolate en polvo.
Mientras comía, mi mente se desvió a lo que había pasado en la madrugada. Aún no podía creer que me haya corrido con el simple hecho de que me masturbara por encima del pantalón, supongo que fue un efecto colateral porque llevaba tanto tiempo sin estar con una mujer. Con una mujer que me calentara a tal grado, mejor dicho.
No tomo mucho tiempo para que me preguntara si llevaba conmigo preservativo, pero no estaba dispuesto a que me viera con los pantalones abajo, y se diera cuenta que había llegado al orgasmo de una manera tan simple. No había posibilidad que ella creyera que a mí me interesaba más su placer, porque ni de cerca era el caso, pero eso había parecido. Tenía toda la intención de redimirme hoy.
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Barrabrava.
General FictionÉire lleva toda su vida siendo un Casuals, llevada desde niña al estadio Grand Montagne por su padre, Éire vive por y para su equipo, por y para su hinchada. Con la muerte de su padre, queda un lugar disponible en los líderes de Los del infierno, l...