Veinte.

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Aspiré aire entre mis dientes, cerrando los ojos con fuerza

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Aspiré aire entre mis dientes, cerrando los ojos con fuerza. Tratando de no inhalar tan bruscamente porque el dolor se incrementaba considerablemente. Di un manotazo leve a la mano de Iriza para que la quitara de mi costado.

Había ocurrido la noche anterior, una distracción.

El Ithimba United venía de visita al Real Way Stadium, la hinchada de Ithimba era una de las barras más bravas del país, los Inkinga. Si se eliminara Ocaso, y se tuviera que elegir otro equipo rival por encima de todos, ese sería el Ithimba. Y debido a la alta violencia registrada en los duelos anteriores contra los Inkinga con ambos equipos de Puerto Iluminado, es que la policía se ponía mas astuta. Solo un poco menos exigente que en los clásicos contra Ocaso.

Y a estos, al igual que a las putas del infierno, no les importaba que nuestro estadio no tuviera zona visitante. Viajaban. Y porque la policía de su ciudad les tenía la correa cortita, aprovechaban para viajar a donde fuera. Muchos de ellos. Cientos de ellos.

Estuvimos siguiendo cada paso de sus autobuses desde que pisaron Oriente. Cada vuelta y en cada semáforo que se detuvieron lo supimos. Pero nuestra policía les había prohibido, una vez entrando a Oriente, detenerse. Los llevaron directamente a las puerta del estadio. Los metieron a todos por la misma puerta, y no dejaron salir a nadie.

Dos horas antes del partido.

Movimiento equivocado.

Real way e Ithimba empataron a tres goles.

La seguridad del estadio como siempre dejo salir primero a los locales. Vic y yo íbamos fumando y caminando tranquilamente por la puerta donde habían metido a los Inkinga cuando los gritos comenzaron.

Los policías que estaban a fuera echaron a correr hacia la puerta, pero no alcanzaron, y tal y como sonaba su nombre tan malditamente salvaje, los Inkinga salieron repartiendo golpes a diestra y siniestra.

Las familias que aún se encontraban a los alrededores, tomaron a sus hijos y corrieron, entre gritos y pedidos de auxilio. Corrí hacia la puerta donde todavía estaba la mayoría de ellos peleándose con los uniformados, la policía intentaba fallidamente controlar la situación, pues los Inkinga salían cada vez más rápido. No habían venido solo en uno o dos autobuses, habían llegado más de quince. Vic soltó un maldito grito de guerra y se subió a uno de los pasamanos, para luego aventarse directamente a la espalda de un Inkinga y golpearlo donde fuera posible. La mayoría de nuestra barra todavía se encontraba en nuestra puerta de acceso, así que por el momento eramos pocos los que pelearíamos. Hasta que los Maleantes llegaran, y les dieran una jodida lección del porque las barras visitantes no eran bienvenidas en nuestra tierra.

Esquivé un derechazo que iba directamente a mi ojo, de un tipo que era dos veces yo de lo ancho, pero sorprendentemente hábil. Mis nudillos crujieron al estrellarse contra su mandíbula, y con un simple golpe en el estomago el tipo tuvo para tambalearse hacia atrás. Otro tipo llego corriendo por la izquierda, estaba preparado para romperle la boca al momento en el que se acercara, pero en el último minuto se agacho y me embistió por el estomago, su hombro logró sacarme el aire, y ambos caímos al piso. Él quedo sentado arriba de mi abdomen y sus puñetazos llegaban por todas partes, en los ojos, la nariz, la boca. Contraje el rostro a cause del dolor en la nariz. Eleve las caderas lo más rápido que pude y mis piernas se enredaron en su cuello, jalándolo hacia atrás y quitándomelo de encima. Su cabeza rebotó en el asfalto y mientras me levantaba lo vi hacerse bolita y agarrarse la nuca. Mi limpié la sangre que chorreaba de mi boca con el antebrazo, el minuto en el que lo hice me costo por que desde atrás, otro tipo me dio de lleno en las costillas, sentí mis cuerdas vocales raspar cuando grité y caí de rodillas. Lleve ambas manos hacia mi costado, el dolor propagándose rápidamente, antes de que él imbécil que me había dado pudiera tomar mi cabello y estrellar mi cara contra su rodilla, mi puño izquierdo se encontró de lleno con sus huevos y el cabrón ni tiempo tuvo de gritar.

Barrabrava.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora