Cuarenta.

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Las primeras gotas de lluvia empezaron a caer sobre mi cara. Durante todo el día se habían estado amontonado en el cielo nubes profundamente grises.

Parpadee un par de veces cuando sentí las gotitas calar en mis ojos, aún así no me moví, no podía. Me dolía hasta el alma.

Literalmente.

Pero el cuerpo tampoco me respondía justo ahora.

Unas botas sucias y desgastadas se detuvieron a mi lado. El dueño de dichas botas viéndome desde las alturas, como a mil metros de mí.

Luego de que se me quedara viendo un par de segundos, Samir se hincó, su rostro con un ceño ligeramente fruncido en preocupación.

—Sé que no me dirás lo que te pasa aunque te ruegue —mis ojos se volvieron rendijas, las gotitas cayendo más rápido—. Pero te estas volviendo más descuidada en los saltos. Este tipo de salto —mencionó, dándose la vuelta ligeramente para señalar con su barbilla el lugar desde donde iniciaba la rutina—. Lo dominabas hasta con los ojos vendados.

»Te haz caído todas las veces que los haz intentado hoy. No te puedo dejar sin supervisar, los sabes. Y la tormenta tampoco te dejará seguir —se enderezó, la punta de su bota golpeando ligeramente en mi brazo—. Vamos, te llevo.

No me moleste en responder. O en moverme. Aunque el dolor en mi cuerpo era menor a comparación del primer día, todavía sentía el crujir de cada jodido hueso. Por lo que decidí que este colchón sería mi nueva casa.

Cuando la lluvia empezó a caer con más intensidad, Sam sin quitarme la mirada de encima, y yo sin tener la mínima intención de moverme, suspiró.

—Estaré dentro. —el murmuro de sus palabras apenas audibles sobre la lluvia.

Intenté con las pocas fuerzas que tenía ganarle a la lluvia y no cerrar los ojos. Porque en el momento en el que lo hiciera, mi mente reproduciría automáticamente la platica con mis primas.

Cuando había descubierto que Kade estaba casado.

Con solo pensarlo sentí mi cara arder, mis labios temblar. Cerré los ojos con fuerza, lleve mi rostro hacia un lado, tratando de esconderme de mi misma. Vergüenza y humillación como nunca antes las había sentido se asentaron en mi pecho.

Luego, ya no sabía si era la lluvia la que había inundado el terreno o mis lagrimas.

No me sentía mal por haber desarrollado sentimientos hacia Kade, era un imbécil y lo sabía. No había dejado que Kade me humillara si se enterará sobre ello. El problema era que lo había dejado hacerlo desde el primer momento en que se paró frente a mí.

Tampoco iría por el camino de la culpa. Simplemente había dado por sentado que era soltero. Gritaba fuck boy por todos lados, solamente... era el tipo de hombre que veías y sabías que era soltero porque se creía demasiada cosa para una sola mujer.

Barrabrava.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora