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Capítulo 19  — Descontrol

Ivar posa sus manos sobre la espalda de la melliza mientras caen al suelo y esta, no puede evitar sentir un escalofrío recorrer su cuerpo. El vikingo queda totalmente paralizado, descuidando por completo si tal acto pudiese incomodarle a la joven.

— ¿Estás bien? — pregunta la melliza contemplando los ojos del deshuesado. Ambos parecen olvidarse de la guerra que les rodea. El deshuesado entreabre sus labios, esperando que las palabras fluyan, pero nada de eso ocurre. El cuerpo de la melliza estaba pegado al suyo y sus respiraciones podían mezclarse. Un mechón rizado cae sobre el rostro de la joven al estar sobre él. Helertiz olvida todo el peligro que corren al no moverse, su cuerpo no responde a diferencia de su corazón que ha empezado a acelerarse. La profundidad del azul de los ojos del deshuesado la habían embaucado, sumergiéndola en un hechizo lujurioso prohibido y deseado.

Heleritz pasa su lengua por sus labios, no como algo provocativo, sino intentando humedecerlos al notarlos resecos a causa de los nervios. Pero ese acto, sólo había incentivado al deshuesado todavía más, dirigiendo su mirada a los labios rosados de la melliza. Retira el mechón de la misma, colocándolo detrás de su oreja, consiguiendo que se ruborice levemente. A causa de la sangre en el rostro de ella, es algo que pasa desapercibido para él, sin embargo, Ivar puede notar la tensión que su cuerpo emana.

La mirada de la melliza se dirige a la sonrisa tímida que al guerrero se le había escapado, consiguiendo que su mente se mantenga en blanco, sintiendo como su respiración de agita sin poder evitarlo. Esta convencida de que posiblemente, ese acto tan efímero, vaya a ser etiquetado como uno de los más bellos de su vida.

Sin embargo, a pesar del deseo mutuo por convertir ese momento en eterno, las facciones del deshuesado cambian en segundos apartando a la melliza bruscamente y lanzando la daga que guardaba en su manga hacia uno de los guerreros del rey Ælle.

El guerrero moría de ganas por besar esos labios, sin embargo, sus inseguridades eran mayores que su atrevimiento. Helertiz tampoco podía negar el extraño deseo que había nacido en ella, esa curiosidad que se había vuelto una mera necesidad de descubrimiento. No entendía porque su cuerpo reaccionaba de ese modo, porque su mente olvidaba cualquier palabra antes aprendida. Ella, que siempre había sido muy decidida, no encontraba las fuerzas suficientes para resolver tal entresijo. Sus emociones estaban jugando en contra de su mente y por el momento, ya habían hecho el primer jaque.

Ivar consigue ponerse en pie y con cierta dificultad, sube al carro, colocándose de nuevo sobre él para dirigirlo.

— ¡Deshuesado! — grita la melliza con cierta furia, notando de nuevo, la adrenalina de la batalla. El vikingo la mira boquiabierto colocando su casco de hierro. — Solo, no mueras. — pronuncia la pelirroja dirigiendo una profunda mirada hacia él. Podía notarse las ganas de la misma por escupir todo cuanto su mente oculta pero a su vez, eran evidentes todas las barreras que poseía.

Ivar asiente y vuelve a dirigir su mirada al frente, la melliza imita sus movimientos y al instante, es dominada por el regalo que le otorgaba la guerra, la destrucción. Corre hacia su hermano, dándose la mano de nuevo, encontrando a UIl en sus pensamientos.

Y entonces, todo parece cobrar sentido en el arte de la batalla.


...

Los mellizos, junto a su padre y Bo toman asiento en una de las bancas, inundados en su conversación. Todos han limpiado ya sus rostros y sus armas pero aún quedan muchos restos de sangre en sus ropajes, sin embargo, era algo a lo que empezaban a acostumbrarse. Además el gozo por sus hazañas no era algo quepareciese preocuparles.

— ¿Cómo supiste que estábamos allí? — pregunta intrigada la melliza a su padre, mirándole con ilusión.

— Llegué a Wessex y me encontré con la calma. Sabía que mis pequeños no habían pasado por allí. — asegura el berserker entre carcajadas. 

Para celebrar la muerte del rey Ælle, los hermanos organizan una ceremonia donde todo el mundo se abastece de comida y bebida. Los guerreros comparten entre ellos sus vivencias y sus historias más imprudentes, mientras los hermanos consumen sus alimentos en lo alto de un pedestal de madera.

— ¡Quiero agradeceros vuestra entrega! Recordad que todos vosotros habéis conseguido cumplir el sueño de Ragnar. ¡Sköl! — Pronuncia Björn poniéndose en pie — Nos estableceremos en las fértiles tierras, sin embargo, mi destino no continúa aquí.

El vikingo se gana la mirada atenta de todos cuantos le rodean.

— ¿Y dónde es eso? — pronuncia Ivar con cierta ira en sus palabras.

— Partiré hacia el mediterráneo, descubriré nuevas tierras y todo aquel que quiera unirse, podrá hacerlo.

El deshuesado deja salir una risa irónica. — Debemos seguir conquistando tierra enemiga, debemos seguir dándole peso a este imparable ejército. — protesta.

Una disputa toma pie sobre el pedestal acerca del destino y rumbo que debe tomar el ejército. Los mellizos contemplan la escena con detenimiento, al igual que Bo y Bödvar quienes han dejado de comer para ponerse en pie a modo de alerta.

La melliza golpea el brazo de su hermano con su codo y señala el hacha que hay sobre la mesa de los hermanos. — Algo se avecina, hermanito.

A la pelirroja le encantaba observar hasta donde podía llegar la lealtad de las personas, pues creía que solamente en dos hombres podía confiar. A Uxo, le encantaba la manera de expresarlo. Sin embargo, la discusión toma un rumbo alarmante cuando Sigurd ojo de serpiente ataca a Ivar con asuntos personales, captando la atención de todo el ejército.

Ivar, incapaz de buscar las palabras adecuadas y ahogándose en la frustración, decide expresar su ira de la única manera que sabe, sus acciones. Y como un acto reflejo, coge el hacha colocada sobre la mesa y la lanza sobre el pecho de su hermano. Los ojos de los mellizos se abren de par en par. Sabían que algo así ocurriría pero pensaban que el destino de esa arma no era acabar sobre el pecho de aquel que era de su propia familia, sino como un acto amenazante.

Ivar había desatado su furia, había sido víctima de su descontrol y en su cara podía verse la incomprensión hacia sus actos. Estaba realmente arrepentido. Sigurd se pone en pie y camina enfurecido hacia el deshuesado. Este parece tensarse en su sitio, presa del arresto. Sin embargo, Sigurd no consigue alcanzar a su hermano y cae al suelo sin vida, ante la mirada atenta de todos. Los hermanos, Ubbe y Hvitsärk, no son capaces de asimilar aquello que sus ojos le transmiten.

Heleritz también se mantiene impactada, no por la brutalidad de la muerte a la cual ya estaba acostumbrada, sino por el motivo de esta. ¿Es que acaso el vikingo no tenía control? ¿Es que no conocía la forma en la que poder retener su ira?      

 ...

¡Bienvenidxs vikings!

He versionado un poco la escena, haciéndola un poquito nuestra.

¡Nos vemos!

¡Nos vemos!

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Northland (Ivar The Boneless)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora