Uxo y Heleritz, dos mellizos acostumbrados a convivir rodeados de la paz y tranquilidad que el asombroso reino de Sogn le proporcionaba, se ven envueltos en una fatídica lucha tras el pacto de unión de su actual rey, Harald I.
Sus padres, dedicados...
Bödvar había reprimido su odio y sus ganas de venganza durante muchos años y eso solo había provocado que aumentaran. Cegado por ver correr sangre, al berserker le daba igual si tras llegar a aquel hogar donde creía que Gerd se alojaba, ya no estaba. Iba a destruir Trøndelag y no le importaba las vidas que se llevase por delante.
Los mellizos sabían que su padre no iba a tolerar que asistiesen a la batalla, sin embargo, ellos no compartían esa idea. Habían idealizado un plan —aparentemente perfecto—donde no solo debían esperar que Dag acabase el drakar que iban a utilizar sino que también, debían convencer al viejo Orvar y al joven Bo El herrero para que ambos les ayudasen a navegar. Uxo no las tenía todas con él, no estaba convencido de ese plan que su hermana había pensado tras una noche de borrachera, sin embargo, el joven mellizo apostaría por ella con los ojos cerrados aunque esta esté completamente ebria.
La joven pelirroja debía convencer a Bo El herrero de ayudarle, aun y asumiendo lo que eso suponía, desobedecer al berserker. Pero eso no era lo más complicado. Lo peor de todo se hallaba, en intentar convencer a Orvar, la mano derecha de su padre, a ayudarles.
— Tú te encargaras de Orvar.
El joven Uxo rompe a carcajadas ante la orden de su hermana. — Creo que aun sigues bastante afectada por el alcohol. — La vikinga golpea a Uxo en el hombro con el mango de su hacha. Esta se gana una mirada intimidante por parte del rubio. Tras una discusión, acaban cediendo ambos y deciden ir juntos para hablar con Orvar.
La melliza viste ajustada. La parte superior además, deja entrever su escote cerrando ambas partes de la costura del cuello con una cuerda entrelazada, la cual, minutos antes de entrar a la herrería, decide aflojarlas para conseguir lucir más su escote. A Heleritz le gustaba el poder de seducción que tenía su cuerpo y sabía de antemano que, Bo tenía cierta admiración por el físico de ella.
La vikinga camina con calma por la herrería. — ¿Puedo ayudarte? — pregunta con un tono de seducción en su voz.
Al herrero se le cae la maza con la que golpea la espada que estaba forjando al verla. Ella aprovechando ese momento, se acerca a él cuando este está recogiendo la herramienta. Heleritz sabe en qué punto se encuentra Bo cuando éste traga en grueso al notarla tan cerca.
— Tran-tranquila... — tartamudea el joven. — Puedo arreglármelas.
— Pues yo no, necesito a un joven fuerte y valiente que quiera adentrarse en el glorioso mundo de la batalla. — comenta la vikinga pasando su mano por los musculados brazos del herrero.
El muchacho la mira con atención. Sabe que Heleritz está intentando convencerle y tiene órdenes de Bödvar en persona para que la ignore. El berseker, sabía que sus hijos habían preparado alguna estrategia para conseguir cruzar los mares, y por ende, había visitado a aquellos de los que podía sospechar que pediría ayuda para advertirles de las consecuencias que tendría obedecer a alguno de los mellizos. Sin embargo, el joven estaba perdidamente enamorado de la muchacha y no pudo resistirse ante la tentación.
Bo pasa su mano por el reverso de la mano de ella. — Si la muerte se halla tras tu piel, no caeré ante la tentación que tanto deseo. Sin embargo, no puedo evitar seguir tus pasos, mi guerrera. No puedo controlar las ganas por tenerte cerca. — confiesa el herrero.
Tras la declaración, Heleritz esboza una sonrisa. Sabe que ha conseguido su objetivo. — Mañana partirán los barcos, prepárate, vendré a buscarte.
Acto seguido, sale de la herrería y se encuentra con su mellizo, quien le esperaba fuera cerca de la puerta. Ambos se dirigían hacia el último obstáculo de su magnífico plan y sabían que no iba a ser una tarea fácil.
...
Faltaba poco tiempo para la partida de padre. Los mellizos lucían tranquilos pero los dos eran un manojo de nervios en su interior. No solo por no saber el desenlace de esa batalla, sino por el plan que tenían entre manos y que supondría quebrantar las normas del berserker.
En el hogar del rey Harald I había mucho movimiento. Su padre podido disfrutar de sus hijos aun y sabiendo que podría ser la última vez que podía verlos. Estaba preparando los barcos, el ejército y encima pendiente de los dos vikingos provenientes de Kattegat.
Los mellizos se escapan visitando a Orvar, quien se encontraba en el hogar que el mismísimo Bödvar había construido. El anciano esperaba sentado a los hermanos, los conocía a la perfección después de años y además, él también había recibido una charla por parte del berserker para cerciorarse de no acudir a sus ruegos. Pero el anciano Orvar estaba cansado de esperar su turno hacia el Valhala. Él quería volver a experimentar la sensación de empuñar un hacha, él quería volver a sentir el olor de la sangre, saborearla y si los dioses lo querían, reencontrarse con su hijo.
— ¡Viejo! — grita Heleritz irrumpiendo en la cabaña.
El mellizo detiene a la joven y se adelanta a sus pasos. — Queríamos proponerte algo... — comienza Uxo. — Estamos verdaderamente apenados y preocupados por la partida de padre y...
— Os ayudaré.
Los mellizos se miran mutuamente. No pueden entender la facilidad que les ha conllevado convencer al viejo vikingo.
— ¿Y ya está? — pregunta ella, ganándose un codazo por parte de su hermano para que silencie sus palabras.
— Ese viejo cojo se cree que puede empuñar su hacha y salir impune de una gloriosa guerra. ¡Y encima no me invita para ver como fracasa! Ese botarate de Bödvar...
Tanto los mellizos como Orvar y Bo, esperan sentados en el pequeño drakar. El constructor del reino de Sogn, recibió una gran cantidad de dinero por el barco, a pesar de no saber si sería posible su funcionamiento en alta mar. Era un riesgo que los cuatro estaban dispuestos a asumir.
El aerófono del reino de Sogn resuena, dando por iniciada la partida del ejército y acto seguido, ellos empiezan a remar esperando alcanzarles. El pequeño drakar surge de entre la maleza alcanzando los barcos del temido Bödvar, quien con su ceño fruncido, se acerca a la parte más cercana de su drakar para poder contemplar de quien se trata y desde el codaste de este, puede observar la postura de sus dos hijos, ambos colgados desde el mástil. La melena pelirroja de la melliza ondea con la potencia del viento, al igual que la de su hermano, quien raramente no llevaba su cabello trenzado.
La rabia del vikingo posee su cuerpo y solamente un grito puede explotar en su garganta. — ¡UXO, HELERITZ!
...
¡Bienvenidos vikingxs!
Desenfundar vuestras armas porque esta llegando el momento de la batalla jeje
¡Hasta la próxima!
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