Northland (Ivar The Boneless)

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Capítulo 7 — Decisión

El físico de los mellizos había cambiado mucho. Uxo era un hombre fuerte y musculoso, de tez blanquecina y ojos azules, cuya melena rubia ya sobrepasaba sus hombros. Heleritz por el contrario, era una mujer muy femenina. Sus pechos se habían desarrollado al igual que sus caderas, otorgándole a su cuerpo unas perfectas curvas. Su tez y sus ojos eran iguales que los de su hermano, réplicas exactas de su madre y su cabello era todavía de un rojo más intenso, llegando hasta su cintura completamente rizado. En cierto modo, ambos se habían convertido en una pareja muy solicitada; astutos guerreros de corazón noble cuya belleza quedaba retenida en los ojos de cualquiera que se cruzase en su camino.

Ambos se aprovechaban de ello. Heleritz utilizaba el poder de la seducción en muchas ocasiones para conseguir cuanto quisiese, aún y con esas, seguía manteniendo su virginidad como un tesoro. Debido al abuso que sufrió en su adolescencia, se bloqueaba al sentir las manos de algún otro hombre sobre su cuerpo y acababa degollándoles. La gente del reino, creían que la joven embaucaba a los hombres hasta poseerlos y luego, ellos mismos acababan quitándose la vida por no poder volver a disfrutar el fruto prohibido de su cuerpo. Nada más lejos de la realidad cuando ella misma determinaba el destino de cada uno de ellos, ella suponía el punto y final de la historia.
Sin embargo, Uxo a pesar de su físico robusto, los modales eran su arma principal. Tan elegante y caballeroso que él realmente sí que conseguía embaucar a toda mujer que quisiera. Pero nada parecía durar más de una noche con el joven vikingo. Era libre y solamente entregado a una mujer, su hermana. Uxo había asumido que aquella mujer con la que compartió el vientre de su madre, era la única que podía entenderle, compartir sus emociones y sentimientos más débiles y puros. La única capaz de pensar en él antes que en la felicidad de ella misma, la única capaz de ver más allá de su físico y pensar también en la necesidad de Uxo por compartir vivencias. Heleritz era la única que se mostraba transparente y fiel ante Uxo y todo, era correspondido por ambas partes.

El vínculo de unión de los mellizos se había ido fortaleciendo con el paso de los años. En ciertas ocasiones, la gente creía que ambos habían mantenido algo más que una relación familiar, pero ambos mellizos sabían que eso no iba a ser posible. Sentían admiración el uno por el otro y un sentimiento de protegerse mutuamente que por nadie más habían experimentado, pero no sobrepasarían la barrera del incesto.

Bödvar analizaba todos los cambios que habían pasado en sus vidas en los últimos años. Realmente, no estaba convencido sobre el camino por el cual debía guiar a sus hijos. Él amaba la guerra, el enfrentamiento, la batalla y sin embargo, quería cohibir a sus hijos de experimentar una de sus grandes pasiones. Tenía la sensación de traicionar a su difunta esposa pues era algo que años antes de que los mellizos nacieran, habían pactado.

Heleritz atiza el leño para avivar el fuego de la hoguera y toma asiento al lado de su padre. Los dos se beneficiaban del calor que desprendía pero mantenían el silencio inundados en sus pensamientos. Bödvar por intentar apartarlos de la batalla, Heleritz por intentar acercarse a ella.

El berserker, mira a su hija con una sonrisa en su rostro. Se muestra orgulloso por los cambios de la muchacha, ahora ve en ella una mujer responsable con mucho futuro por delante, capaz de encontrar a un marido y construir su propia familia.

— ¿Qué ocurre? — rompe ella el silencio tras notar la incesante mirada de su padre.

— Estaba pensando...

La pelirroja asiente, sacando su hacha y escupiendo en ella para empezar a limpiarla.

— ¿Qué has cazado hoy, hija?

— Nada.

— ¿Por qué lavas entonces tu...

— Solamente la estoy preparando. — le interrumpe la melliza.