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La medianoche llega y con ello, la adrenalina emerge de la melliza por cada poro de su piel. Tenía muy claro el resultado de esa noche, no obstante, todavía no había podido pensar en cómo hacerlo. No le importaba acabar con todo aquel que se interpusiera en su camino, pero sabía que debía hacerlo sabiamente, ya que, a pesar de su sed de venganza debía ser convincente pues pretendía acabar con la vida de una mujer embarazada, cuyo descendiente iba a ser el futuro heredero del reino donde se encontraba.

—Hel, ya es la hora—. Comenta el mellizo desde el marco de la puerta donde iba vigilando quien caminaba a esas horas de la noche.

La melliza que permanecía sentada en el banco con su cabeza entre sus manos y moviendo efusivamente su pie derecho, dirige la mirada a su mellizo.

—¿Estas listo?

—Nací para protegerte.

Una mueca de agradecimiento se plasma en el rostro de la pelirroja. Esta se pone en pie y dirige su mano hacia el hacha que colgaba de su cintura. Su mirada cambia abruptamente. No quedaba nada de ternura en esos ojos verdes que iluminaban su cara. Ahora, el verde se tornaba negro provocando escalofrios de todo aquel con el que se cruzaba. Uxo, antes de salir, extiende su mano bloqueando el paso a la melliza. Heleritz contempla la mano de aquel que había jurado protegerle y otorgándole todavía más seguridad si podía, acepta su unión notando como la fuerza y la ira se apiada de su cuerpo y de su mente.

El viento resuena en los árboles generando falsos silbidos y la luna otorga la poca iluminación que tiene el reino. Uxo camina dos pasos por detrás de la melliza, vigilando cada inconveniente que puede surgir. Por el contrario, Heleritz mantiene la mirada en un punto fijo: cumplir con su objetivo. Desenfunda su hacha y golpea cada una de las puertas, ventanas y barandillas que encuentra, quiere que el pueblo sea consciente de la realidad y que la descubran al compás de los golpes de su cólera. Porque sí, eso es lo que la melliza pretende transmitirles; cada golpe es la cuenta atrás hacia la verdad.

Cuando el pueblo despierta, anonadado por los golpes que emitía pero con el silencio de sus palabras, deciden seguir a los mellizos que tantas veces habían guiado sus pasos. En silencio e intentando iluminar el camino con las antorchas que podían alcanzar, se acercan lentamente allí donde descansan los actuales reyes.

Antes de entrar, Heleritz se detiene. Tras unos segundos, los murmullos de todos aquellos que los contemplan empiezan a emanar. Uxo, lejos de pretender dar explicaciones y acallar el desconcierto del pueblo, coloca su capucha sobre su cabellera y abre la puerta sigilosamente. Dentro todo parece estar en calma.

La pelirroja respira profundamente y deja salir el aire con calma. No sabe si realmente esta situación le complace o si realmente le enfurece más. Sea como sea, pretendía descubrirlo esa misma noche. Heleritz da un paso hacia el interior y de nuevo, golpea con la cabeza de su hacha la puerta del hogar.

—¿Qué pasa?

La voz ronca del deshuesado eriza la piel de la melliza. ¿Conocía él todo el suceso? o por el contrario, ¿vivía en la misma mentira que todos habían aceptado?. La sanguinaria no podía acallar sus incesantes pensamientos y sabía que eso podía poner en riesgo el control de su mente.

—¿Heleritz?

El deshuesado se sitúa frente a ella con la ayuda de su bastón. Su torso al desnudo con las cicatrices de algunas heridas ya sanadas, sus músculos marcados por la fuerza ejercida para mantener su cuerpo erguido y sus ojos demostrando la confusión que no es capaz de ocultar.

—¿Ocurre algo?

—¿Dónde esta? —. Pregunta la melliza apartando su mirada de Ivar.

—¿Estás bien? — El deshuesado no tiene miedo de la melliza, por incongruente que parezca, siente seguridad cuando se encuentra cerca de ella. No obstante, sabe del desagrado que le produce aquella mujer que en su vientre lleva a su heredero y la prueba de su fertilidad y no está dispuesto a correr riesgos —. Es mejor que regreses a tus aposentos.

Northland (Ivar The Boneless)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora