Hugo.

238 21 5
                                    

Después de dos días de dudas, miedo y algunas visitas a mi psicóloga decidí que no podía faltar, que quizás era el momento de afrontar finalmente mi pasado más oscuro. No era precisamente a Marcos a quien debía enfrentar sino a mi yo de entonces, a esa parte de mí que siempre había ocultado y de la que pocos sabían.

La aparición de Cepeda de nuevo en mi vida me trajo de vuelta muchas de mis inseguridades, la puta ansiedad, fue entonces cuando tomé la decisión de hablar de ello poniéndome en manos de un profesional, así conocí a Ana. Era una chica fantástica, atenta y concienzuda en su trabajo, gracias a ella sobrellevé los síntomas de la ansiedad que había vuelto después de diez años, y mi miedo a recaer en la adicción que hace tiempo casi me destruye. Nos habíamos convertido en verdaderos amigos, confiaba en ella y no dudé en llamarla cuando recibí aquella carta.

Me planteó que, igual que yo no era el mismo, Marcos también podía haber cambiado, estaba claro que era posible sino ¿cómo había acabado trabajando en el centro? Se me pasó por la cabeza que su trabajo fuese una tapadera para seguir con esa especie de mafia de la que era el líder, reclutando a los pobres chicos del centro para sus negocios.

A pesar de mis dudas decidí ir allí, decidí que el miedo no me impediría hacer lo que quería y creía que debía hacer, aunque no sabía si sería capaz de controlar mi ansiedad, pero la presencia de Miri a mi lado me daba fuerzas.

-¿Estás listo?- me preguntó cuando me quedé paralizado ante esas puertas, todo parecía seguir igual a simple vista.

-No...no sé si puedo-comencé a temblar, mi vista se nubló, mierda, ahí estaba esa sensación y eso que aún no había tenido que ver a Marcos frente a mí.

-Tú puedes, respira-agarró mis mejillas-estoy aquí contigo, eres fuerte cariño, ya no eres ese chico asustado-me dijo pegando su frente a la mía.

-No me sueltes...

-Nunca- aseguró agarrando fuerte mi mano y caminando hacia la puerta.

Respiraba entrecortado pero despacio intentando controlar mis nervios, cuando me di cuenta estábamos ya ante el mostrador de recepción, Miriam tuvo que hablar, yo no podía, estaba perdido entre recuerdos dolorosos e imágenes que me aterraban.

-Os están esperando...¡ah! por ahí viene- temblé más si cabe, no quise alzar la vista, no quería encontrarme con la mirada que aún hoy me asaltaba en pesadillas.

-¡Roi!- gritó corriendo a abrazarme, cuando oí su voz los ojos se me humedecieron al instante y Miriam me soltó.

Comencé a llorar sin control mientras esas manos acariciaban mi espalda, las únicas que hace años lograban reconfortarme y me hacían sentir un poco querido.

-Marga...yo- no podía hablar, casi ni podía respirar por los incesantes sollozos.

-No sabes las ganas que tenía de abrazarte-acaricia mis mejillas- y lo orgullosa que estoy de ti pequerrechiño- asegura también entre lágrimas.

Su presencia me calmó, aunque me hizo sentir pequeño e indefenso, como cuando tenía apenas 15 años. Di gracias de que fuera ella la persona que me recibiese, quizás sabía lo que yo estaba pensando, quizás no, lo sabía, me conocía.

-No es el mismo...ha cambiado- me cogió de las manos- hace tiempo que quiere hablar contigo y está tan nervioso como tú.

-Yo...no sé cómo voy a reaccionar, es difícil...

-Estoy aquí, y veo que vienes muy bien acompañado-se gira hacia Miri.

-Ay lo siento, ella es Miriam mi pareja.

La vecina tocapelotas y el gilipollas de enfrente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora