Has venido.

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Tiempo, ojalá y el tiempo lo curara todo, ojala el tiempo fuese la solución, pero los días pasaba y nada cambiaba. Yo estaba solo, sin ella, no podía evitar pasar por nuestra casa cuando sabía que no estaba, sé que no está bien, pero a veces no podía soportarlo y necesitaba sentirla cerca. Me paseaba por los pasillos, recorría las habitaciones llenas de recuerdos y llegaba al salón donde por desgracia me asaltaban las imágenes que menos quería que volviesen a mi mente. ¿Por qué no era capaz de olvidar? Todo sería tan fácil si ese recuerdo desapareciese.

Poco a poco iba llevándome mis cosas, seguía viviendo en el estudio de la productora, había visto cientos de pisos pero ninguno me convencía, en el fondo no quería encontrar otra casa, eso lo haría permanente, eso lo haría definitivo y no estaba preparado.

En mi última visita a casa, cuando Miriam tenía un concierto en Granada, encontré algo que no esperaba, ella sabía que yo vendría, lo sabía. En la cocina, sobre la puerta de la nevera vi una nota sujeta por aquel imán que ella me trajo de Nueva york y supe que yo era el destinatario de aquellas líneas. Pensé si debía leerla, dudé un buen rato con la nota entre mis manos pero finalmente lo hice.

Hola Roi, sé que vendrás, sé que verás esta nota y espero con todas mis fuerzas que la leas. Te echo de menos, no hay día que no te extrañe.

Las duchas de la mañana son un aburrimiento sin ti, los desayunos sin tu sonrisa frente a mí son un calvario, las tarde en el sofá son un infierno sin tus caricias, las noches en vela con la libreta en la mano son un incordio sin los acordes de tu guitarra, las madrugadas son eternas sin tu cuerpo a mi lado dándome calor, sin tus dedos recorriendo mi espalda, sin tus labios en mi frente...

Te quiero y no quiero que lo olvides nunca y espero que algún día cuando llegue a casa, tú estés aquí...porque yo solo quiero estar aquí contigo.

Las lágrimas ya se habían abierto paso en cuanto acabé las primeras líneas de aquella nota, ella me echaba de menos, al menos eso decía. Me dieron ganas de quedarme allí, de esperarla lo que hiciera falta hasta que volviera, cuando leí la última frase, esa que significaba tanto para mí pero dudaba que fuese cierta.

Esa no fue la única nota que me escribió, de hecho una semana después volví cuando supe de su viaje a Valencia, no tenía porque hacerlo, apenas quedaba ya rastro de mí en aquella casa, creo que necesitaba saber si aún me extrañaba, si aún me quería, si aún me esperaba.

Hola Roi, me mata no verte ya hace casi dos meses y no lo soporto, te echo demasiado de menos. Solo te escribo porque no quiero que olvides que te quiero, que te sigo esperando, aún te espero.

Esta vez no lo soporté, no fui lo bastante fuerte para irme sin más después de leer su nota, di la vuelta al papel y escribí.

Miriam, sabes que te quiero, sé que lo sabes, sabes que yo también te echo de menos pero no puedo volver, al menos todavía. No puedo volver contigo cuando no he olvidado, cuando por mucho que me duela siento rencor...no sería justo, y tampoco es justo que me esperes Miri, sé que no lo es, pero no deseo otra cosa más que olvidar lo que ha pasado y volver a tu lado y que tú me estés esperando...

No tardé en arrepentirme de lo que había escrito, cogí el papel con rabia y lo rompí, lo rompí en mil pedazos maldiciéndome por no ser capaz de olvidar, yo mismo me había condenado a esta tortura, a vivir sin ella.

Me fui de allí corriendo y decidí que no volvería, me lo juré, dejé mis llaves en el mueble del recibidor, no volvería si no era porque la había perdonado, si no estaba decidido a luchar por ella sin rencores.

Así pasé esos dos meses, hundido y solo, porque así me lo había impuesto, refugiado en el trabajo hasta que llegaron mis vacaciones, esas que llevaba meses planeando para celebrar nuestro aniversario. Era nuestro sueño, nuestro viaje a Croacia, más bien el de Miri pero yo deseaba ese viaje tanto o más que ella, ni siquiera había devuelto los billetes, ni cancelado la reserva, así que mi móvil me alertó aquella mañana.

No sé que me pasó pero me levanté de un salto de la cama, cogí una maleta y comencé a llenarla de ropa, no sé que esperaba de aquel viaje, creo que esperaba que los dos últimos meses fueran un mal sueño y que ella estuviera en la terminal con su maleta y una gran sonrisa. Que estupidez Roi, pensé para mí, pero aún así dejé mi móvil sobre la pequeña mesa del apartamento, escribí una nota a Nil, que llegaría pronto, y salí corriendo al aeropuerto.

-Buenos días, ¿me permite su Dni o pasaporte?- me dice la chica con una gran sonrisa, se lo doy y comprueba su ordenador y enseguida comienza a imprimir mi billete- aquí tiene, puerta de embarque nº10, va a tener que correr un poquito, ya le están esperando, buen viaje.

-Gracias, buen día.

Me están esperando dice, si aún queda como media hora para el embarque, me habrá visto pinta de lento. No me doy mucha prisa, paso por la tienda a comprar una revista y a buscar un libro, normalmente estaría pegado al móvil pero lo he dejado así que necesito algo que me mantenga ocupado para no pensar en ella y en lo que este viaje significaba para nosotros.

Llegué corriendo a la puerta de embarque, al final me había despistado por las tiendas, había tardado demasiado y llegaba por los pelos, no si la chica tenía razón. Me planté en el mostrador con mi pequeño equipaje de mano y con mi billete ansioso por llegar a mi asiento.

-Buen viaje, que disfrute de Croacia.

-Gracias.

Entré en el avión nervioso, los odiaba, me daba miedo volar desde una mala experiencia en un viaje a Santiago en el que pensé que no lo contaba, la primera vez que recé en mi vida. No entendía que estaba haciendo, porque estaba en aquel avión cuando este viaje sin ella iba a ser una autentica tortura, un recordatorio de lo que había perdido. Comencé a respirar con dificultad, la vista se me empezó a nublar, me senté en mi asiento tembloroso intentando disimular mi estado de histeria pero ya no era consciente de lo que había a mí alrededor. Las voces sonaban a lo lejos como simples murmullos, unas manos abrocharon mi cinturón, sentía una especie de brisa en la cara, parecía que alguien intentaba darme aire con una revista. Me agarré tenso a los brazos del asiento, mientras sentía varios ojos mirándome pero yo estaba inmerso en una niebla espesa que inutilizaba todos mis sentidos, hasta que sentí algo, esa mano sobre la mía que me calmó al instante.

-No sé preocupe, ya se está calmando, yo me ocupo- dice ella, ¿era su voz?, creo que estoy delirando- respira, eso es, así- decía una y otra vez mientras mi respiración iba recuperando el ritmo normal- estás bien, yo estoy aquí contigo- aprieta mi mano.

Por fin me vi con fuerzas para alzar la vista y mirar a la chica que estaba sentada a mi lado, nos miramos en silencio, los ojos se empañan en segundos y nos vamos acercando poco a poco hasta que nuestras frentes se unen.

-Has venido...

-Tú también ¿Por qué has venido Roi?

La vecina tocapelotas y el gilipollas de enfrente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora