-Es pronto además pobre niño con un padre que es más inmaduro que este renacuajo- dije yo intentando quitarle hierro a la conversación, aunque me dolió la reacción de Miriam, y aún no entiendo muy bien el porqué.
Lo pasamos genial los cinco pero también queríamos hacer cosas de adultos así que dejamos a Samuel con sus abuelos a dormir y nos fuimos de fiesta por la noche compostelana, me encantaba y lo echaba mucho de menos.
-Mañana podemos ir a hacer una ruta de senderismo- propuso Hugo mientras tomábamos unas copas en A casa das Crechas, él era muy deportista e Irene también.
-Por mi sí pero este vago de aquí no sé yo- dice Miriam riendo.
-Eh, ¿vago yo? Si soy un deportista nato- bromeé, lo mío no era el deporte pero me encantaba el aire libre y me apetecía el plan.
-Mi madre os estará agradecida, lleva meses pidiéndome que le deje a Samuel en casa unos días- comenta Irene.
-Pues decidido, nos llevamos algo de comer y pasamos el día de caminata.
No tardamos mucho en retirarnos a dormir para aprovechar al máximo el día de mañana, aunque fue complicado salir del local ya que mucha gente reconoció a Miriam. Nos dormimos enseguida, al menos ella que estaba relajada y feliz, a mí me costó un poco más, el encuentro con sus padres me tenía muy inquieto.
Me desperté con sus labios recorriendo mi pecho, sonreí en el acto y enterré mis dedos entre sus indomables rizos.
-Buenos días- dice mirándome ya sentada sobre mis piernas.
-Y tan buenos- contesté agarrando su cintura, ella se acercó con una mueca traviesa y mordió lentamente mi labio inferior- te veo contenta.
-¿Y cómo no voy a estarlo? si no me creo la suerte que tengo.
-Suerte la mía- dije mirándola fijamente y bajando mis manos a sus nalgas, ella enseguida empezó a mover sus caderas sonriendo.
-Miri que hoy no podemos ducharnos juntos, no me pongas así...
-Venga, estamos en la camita, que mejor- me susurró al oído.
-Pero no tenemos tiempo...
-Venga, un poquito- insiste moviéndose mas rápido haciendo que mi sangre se agolpe en una zona muy concreta- si lo estás deseando.
-Pues sí – dije dándome la vuelta y dejándola a ella debajo, le quité la ropa y pronto bajé mis bóxers.
No teníamos mucho tiempo pero sí muchas ganas así que entré en ella rápido mientras me agarraba a sus muslos y ella se aferraba a mi espalda con fuerza, comenzamos con suspiros que a medida que subía el ritmo de mis envistes se convirtieron en auténticos gemidos.
-Miri...- susurré.
-¿Qué?
-Te quiero- dije envistiendo cada vez mas fuerte haciéndole jadear.
-¡Oye chicos!- grita Hugo desde el pasillo- hay que salir ya ¿qué hacéis?
-No pares Roi...sigue- susurró ella en mi oído y yo seguí obediente.
-Salimos...salimos ya...- grité intentando disimular mis jadeos- ya casi estamos-dije sonriendo mirando a Miriam que apenas podía mantener los ojos abiertos, clavó sus uñas en mi espalda y supe que estaba a punto, la cogí por la cintura y la levanté un poco hasta que quedó pegada a mi sobre mis piernas.
Dos envestidas más bastaron para que alcanzásemos el climax, besándonos para ahogar nuestros últimos gemidos.
-Te quiero- dijo ya mirándome- y ahora ya podemos irnos.
ESTÁS LEYENDO
La vecina tocapelotas y el gilipollas de enfrente.
RomansTú me importas, yo te importo...y ¿ahora qué?