Miriam Rodríguez.

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Aún recuerdo aquella mañana, la mañana en la que por fin los dos fuimos sinceros, más de lo que lo habíamos sido nunca, pero ella se fue, así como vino se fue dejándome las mismas dudas que tenía cuando llegó.

Pasé semanas sin saber de ella, bueno miento, si supe de ella por la prensa que enseguida se hizo eco de su mudanza y confirmó la relación del famoso Pablo López con la gallega de moda. En eso se había convertido desde que su disco salió al mercado, sus Cicatrices fueron un tremendo éxito y yo no podía estar más feliz por ella. Pero no dejaba de entristecerme el paso adelante que había dado con Pablo y más sabiendo que ella tenía dudas, dudas de lo que sentía por él, dudas de lo que sentía por mí, o quizás ya no las tenía.

Ella había seguido adelante y yo debía hacer lo mismo, y eso hice, avancé. Me volqué en mi nuevo papel de locutor que por lo visto me iba al dedillo, me hice un lugar en la emisora, mi nombre comenzó a sonar en el mundillo de la música y por fin conseguí mi propio espacio, mi propio programa. Gracias a ello volví a encontrarla, gracias a mi gran paso adelante conseguí lo que menos quería, retroceder, volver a sentir el dolor y la desesperación de amarla y no ser correspondido.

Allí estaba, radiante, imponente y pisando fuerte los pasillos de la emisora ya convertida en la artista revelación de la música española, Miriam Rodríguez. En cuanto me vio corrió hacia mí, se lanzó a mis brazos y yo la recibí con el mismo entusiasmo, ¿cómo podía hacerme tan feliz y a la vez hacerme sentir tan vulnerable, tan desesperanzado y tan vacío?

-Dios Roi, como me alegro de verte- dijo agarrada a mi cuello con fuerza- te he echado de menos...mucho, muchísimo.

Yo me agarraba fuerte a su cintura, casi de una forma desesperada, como si me la fuesen a arrebatar en cualquier momento.

-Y yo a ti Miri...Mucho, muchísimo- susurré entre sus indómitos rizos.

Tardamos quizás demasiado en separarnos, y más hubiésemos tardado, estábamos bien, estábamos donde debíamos estar, pero a alguien le pareció demasiado.

-Vamos tarde Miriam, ¿no habría que empezar ya?-dice el hombre que venía acompañándola, al que odié en ese mismo instante.

-Ay Álvaro no seas plasta...mira este es Roi, Roi Méndez, es...un amigo, un gran amigo- dijo sonriente, yo reí al pensar que ni eso, hacía casi tres meses que no hablábamos.

-Encantado Roi- dijo alargando su mano para estrechármela, me miraba pensativo y diría que con cierto recelo.

-Igualmente Álvaro- dije mientras estrechaba su mano- bueno acompañadme, falta poco para salir al aire.

Caminamos por los pasillos de la emisora hacia el estudio y dejamos a Álvaro en la cabina de radio.

-Que simpático tu amigo ¿no?- dije irónico.

-Es un poco protector- dice riendo- que ganas tenía de verte- dice mirándome tierna, yo alargué mi mano y acaricié su mejilla.

-Y yo a ti Miri- dije perdiéndome en la profundidad de su mirada pero como no, unos golpes en el cristal me sacaron de mi trance.

-Roi espabila, que entramos en cinco.

-Gracias Fer- dije con una fingida sonrisa apartándome de Miriam-tú siempre tan oportuno- dije por lo bajo, Miriam me miró y soltó una carcajada.

La entrevista fue bien, divertida, interesante y se notaba la complicidad que había entre los dos. Miriam se abrió conmigo, me siguió el juego, estuvo divertida, aguda...sencillamente increíble. En varios momentos durante el programa, mientras ponían sus canciones, nos mirábamos cómplices ignorando por completo donde estábamos o quien nos observaba tras aquel cristal. Cuando tocó despedir a Miriam, decidí dedicarle unas bonitas palabras.

La vecina tocapelotas y el gilipollas de enfrente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora