Encuentros y desencuentros.

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Perdón por la tardanza, y perdón de antemano por este capítulo y por el rollo que estoy a punto de soltar.

He tenido algo de tiempo para escribir y de verdad que me he esforzado por hacerlo pero se me está atascando el final de la historia, de hecho llevo una semana dándole vueltas a este capítulo porque no me convence pero ya ha pasado mucho tiempo desde el último y no podía posponerlo más. Tengo claro el final pero me está costando llegar hasta él, cuando termine la historia la revisaré y posiblemente cambiaré algunas cosas. Gracias por leer la historia,por la paciencia y de nuevo lo siento por este capítulo que no ha quedado como a mí me gustaría, aún así espero que os guste.

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Llevaba horas dando vueltas por la casa nervioso, pronto llegarían mis suegros, mi cuñada con Samuel, todos nuestros amigos...estaba tan feliz, por fin esta casa que con tanta ilusión compramos Mía y yo con intención de llenarla de vida, en definitiva convertirla en un hogar para la familia que queríamos formar, iba a cumplir su función. Han pasado ya tres años pero por fin ese sueño se convertirá en una realidad, sé que ella estaría contenta por mí, pero todos los recuerdos de esta casa me ponen a pensar por primera vez que quizás no le he dado a Miri su lugar aquí. Las paredes de esta casa están llenas de fotos de nuestros viajes, de sus recuerdos familiares, incluso Hugo estaba extrañado y preguntándome curioso quien era aquella chica. 

Me decido al fin a guardar sus cosas, nuestras cosas, creo que ya es hora y tomo la determinación de enviárselas a sus padres, sé que les hará ilusión, por supuesto no todas, muchos de estos objetos seguirán conmigo siempre, al igual que ella, Mía. Su recuerdo hoy por hoy ya no me pone triste, ni siquiera furioso como lo hizo hasta hace poco, sino que me saca siempre una sonrisa, nos hicimos felices y mucho.

-Cariño...¿pero qué haces?- se acerca y se sienta a mi lado observando aquella caja.

-Supongo que lo que debí hacer hace mucho tiempo, perdón Miri.

-No te disculpes- acaricia mi brazo y luego coge una de las fotos que se encuentra en la caja a mis pies- era preciosa y te hacía tan feliz, mira esa sonrisa-apunta con su dedo índice mi cara en la imagen, en ese caso es una de nuestras fotos delante de esta casa el día que nos mudamos- no tienes que hacer esto mi vida, ella siempre tendrá su lugar en esta casa ¿vale?

-Sí tengo, esta es tu casa, nuestra casa, ya es hora de que tú tengas el tuyo...perdóname soy un tonto- agaché la cabeza un poco apenado- nunca me había parado a pensarlo pero...cuando Hugo me preguntó...me di cuenta, es que no tenemos ni una foto de los dos...

-Desde que empezamos esto casi no nos hemos separado, no hacen falta fotos cariño...siempre juntos ¿me oyes?, siempre aquí- pone su mano en mi pecho y me besa dulce hasta que termina en mi regazo.

-Vas a coger frío-acaricio sus muslos desnudos mientras ella sonríe recorriendo mi cuello con las yemas de los dedos.

-Ya estás tú para hacerme entrar en calor ¿no?- besa mi mejilla lentamente bajando hasta acabar en mi barbilla.

-Siempre-subo mis manos por su cintura por debajo de su camiseta, esa que usa para dormir, mi camiseta negra de la emisora, prácticamente lleva siendo su pijama cuatro años desde que la muy ladronzuela me la robó.

Poca más de dos minutos después su tanga colgaba de lámpara de pie del salón, mis calzoncillos estaban hechos una bola en el suelo y sus gemidos acariciaban mi cuello. Aún no habíamos comprendido que las cosas habían cambiado, que había un niño en casa y debíamos tener cuidado con nuestros momentos de pasión. Lo prudente era limitarse a la cama y a según qué horas del día, pero en fin...la prudencia nunca fue lo nuestro, nos dejamos llevar, eso sí, controlando el volumen de nuestros jadeos, dejando que se perdiesen en el oído del otro. Estábamos casi al límite, tensos y sudorosos cuando oímos unos acelerados pasos por el pasillo.

La vecina tocapelotas y el gilipollas de enfrente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora