Sé que eres tú.

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Ella me miraba tímida, con ojos culpables y un poco temblorosa, Pablo puso una mano en sus caderas en cuanto se apartó de mí y la miró con una sonrisa a la que ella intentó responder, pero no pudo más que disimular con una falsa mueca sonriente.

-Chicos ésta es Mía, Mía ellos son Pablo y Miriam- le dije poniendo mi mano en su cintura.

-¿Te crees que no sé quiénes son?- me dice riendo- hola chicos, soy muy fan por cierto- les dijo sonriente para luego darles dos besos.

Miriam la miraba de una forma extraña como si intentara descubrir lo que sentiría esa chica por mí, lo que yo sentiría por ella, bueno, eso era lo que yo interpretaba en su expresión. Pronto me miró mas entera, puso una sonrisa y comenzó a actuar, sí, a actuar, como si solo fuésemos simples conocidos, como si nuestro encuentro la dejase indiferente, yo sé que no era así.

-Que bien te ha ido Roi, no sabes cómo nos alegramos por ti- dice ella recalcando el nos.

-A vosotros tampoco os ha ido mal- dije yo riendo fingidamente.

Estaba incómodo, era la primera vez que veía a Pablo después de lo que pasó entre Miriam y yo, me sentía una mierda con él, no se lo merecía y con ella...con ella no sabía muy bien ni como sentirme.

-Oye tenemos que irnos, nos reclaman pero luego hablamos con calma ¿vale?- me dijo Pablo para luego alejarse con Miriam, ella le quito la mano de su cintura en cuanto comenzaron a alejarse.

-No sabía que conocías a estos dos- me dice Mía sorprendida.

-Sí, somos viejos amigos o más bien conocidos, hace siglos que no nos vemos- no pude evitar pensar en la última vez que estuve con ella, en su promesa, en aquella nota de cinco líneas.

-¿Y esa cara?- me dice ella rodeándome con sus brazos.

-¿Qué cara?- pregunté disimulado con una sonrisa.

-Nada, nada...da igual- dijo antes de besarme.

Nos sentamos en la mesa que teníamos asignada, era una gala a favor de una organización benéfica y algunos artistas iban a actuar, nuestra emisora era una de las patrocinadoras. Hasta donde yo sabía Pablo y Miriam no iban a asistir, me aseguré de ello, la verdad es que solía hacerlo siempre antes de asistir a un evento, pero allí estaban.

La gala pasó rápida, yo estuve pensativo toda la velada mientras Mía bromeaba y hablaba sin parar con nuestros acompañantes en la mesa, era el alma de la fiesta, solíamos serlo los dos pero esta noche yo estaba en mi mundo, recuperando recuerdos que ya tenía casi olvidados y ella lo notó enseguida.

-Roi...estás muy callado- dice poniendo su cabeza en hombro y mirándome triste.

-No te preocupes- le dije dejando un beso en su frente- solo estoy cansado.

La gala acabó por fin y nos dirigimos a la salida, allí nos encontramos con Pablo y Miriam de nuevo, él insistía en ir a tomar algo los cuatro a pesar de la reticencia de ella que se excusaba diciendo que mañana tenían un día complicado, yo la observaba con cierto rencor, no lo podía evitar, me sentía dolido todavía. Mía me miraba curiosa y observaba con mucha atención las reacciones de Miriam, creo que nos veía tensos.

-Jo chicos lo siento pero no me siento muy bien, llevo un rato insistiéndole a Roi para que nos fuéramos, ¿verdad?- Era evidente que lo había notado, sabía que algo no andaba bien y decidió intervenir.

-Si...Mía lleva un rato sintiéndose mal, Pablo lo dejamos para otro día mejor- dije excusándome.

En cuanto lo dije pude ver la cara de alivio de Miriam y también la preocupación en el rostro de Mía, se la veía triste. Pablo se dio por vencido, nos despedimos y yo agarré a Mía de la mano para irnos al coche, no estaba lejos pero el camino se me hizo eterno, estábamos incómodos y temiéndonos una conversación que no tardó mucho en llegar.

-Es ella ¿no?- me dijo en cuanto subimos al coche.

Yo la miré preocupado, quería saber como estaba, si debía decírselo, no la quería perder y mucho menos quería hacerla sufrir. Estaba nerviosa, preocupada y me miraba impaciente por oír mi respuesta.

-Sí, es ella- dije poniendo mi mano sobre la suya.

-Aún no la has olvidado- afirmó, no preguntó.

-Creía que sí...pero ahora ya no lo sé Mía- dije bajando la mirada, no podía ni quería mentirle.

-Oye...no pasa nada- dijo poniendo su mano en mi mentón para que la mirase- yo sé lo que sientes por mí pero...en el fondo siempre supe que había alguien más.

-Pero no quiero que esté Mía, quiero que salga de ahí- dije molesto y sin poder retener las lágrimas, ella me abrazó- solo te quiero a ti, solo quiero que estés tú- susurré en su hombro mientras ella dejaba suaves caricias en mi pelo.

Aquella noche hablamos, se lo conté todo, no quería ocultarle nada, quería que lo supiese y necesitaba saber si ella era capaz de superarlo, de seguir adelante sabiendo lo que yo aún sentía por Miriam, menuda jeta tengo cuando yo no he sido capaz de olvidarla todavía.

Ella me escuchó tranquilamente, sopesando mis palabras y llenándome de caricias a pesar del daño que le estaba haciendo confirmándole que había alguien más que tenía un hueco en mi corazón. Le hablé también de lo que era ella para mí, de todo lo que significaba y de todo lo que la quería, eso sí lo tenía claro, pero quizás la sombra de Miriam siguiera ahí siempre y no era justo con Mía.

A la mañana siguiente me dijo que necesitaba pensar, que necesitaba un tiempo para aclarar cómo se sentía con todo aquello, si se veía capaz de continuar, me partió el alma pero la entendí. Solo esperaba que ese tiempo me la devolviera, solo esperaba que ese tiempo fuese corto y que decidiese volver porque la quería, sí que la quería, y la necesitaba mucho.

Pasaron unos días, yo le di su espacio, respeté su decisión y no la llamé, simplemente esperé ansioso a que ella lo hiciese, aunque cada día que pasaba mis esperanzas se desvanecían un poco más. En esas dos semanas ni siquiera pensé en Miriam, solo en Mía, a pesar de ser ella el motivo de nuestra ruptura, dios...en realidad eso era, una ruptura. Esa revelación, pensar en que la había perdido, me provocó un estado de angustia, apenas podía respirar pensando que no la volvería a ver, estaba desesperado así que decidí romper mi promesa y cogí mi teléfono.

Lo siento Mía, sé que te prometí no hacer esto, darte tu espacio pero no puedo....tengo que decírtelo, tienes que saberlo, tienes que entender que te quiero, te quiero y no quiero perderte Mía.

No contestó, tampoco me lo esperaba, creo que ya había tomado una decisión y lo entendía, pero necesitaba que lo supiese. Es cierto que no había olvidado a Miriam y quizás nunca lo hiciese, pero quería a Mía, estaba enamorado de Mía.

-Roi...- era ella, allí plantada en mi puerta tan solo dos horas después de mandarle aquel mensaje-yo también te quiero.

No tardó ni medio segundo en lanzarse a mis brazos y llorar en mi hombro, y no tardé yo más de dos segundos en llorar también aferrado a su cintura. Lloramos los dos entre la puerta entreabierta de mi piso, abrazados, felices...era ella, estaba seguro.

-Te quiero Mía, te quiero...me acabas de hacer muy feliz, muy, muy feliz- dije agarrando su cara entre mis manos.

-Solo esperaba una señal- dijo aún entre sollozos pero con una gran sonrisa.

-No te entiendo...

-Ese mensaje, solo esperaba una señal de que no me ibas a dejar marchar...y no lo has hecho- dijo secando mis lágrimas.

-Si no lo he hecho antes es porque quería respetar tu espacio, el tiempo que me pediste.

-Pero cuando has visto que no volvía, cuando creíste que me habías perdido me has mandado una señal Roi...realmente no quieres perderme, realmente me quieres- dijo ilusionada.

-Sí Mía, te quiero...sé que eres tú- le dije rotundo acariciando sus mejillas.

-¿El qué?-preguntó confusa.

-La mujer de mi vida, la que ha venido para quedarse.

-No lo dudes, a eso he venido...a quedarme siempre contigo.

La vecina tocapelotas y el gilipollas de enfrente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora