Nuestra canción.

180 16 4
                                    

Un vuelo directo Madrid-Ciudad de México, más de doce horas encerrado en un avión en las que no dejé de darle vueltas a si este viaje era una buena idea. Más de doce horas con ese temblor en las piernas y el terror que tenía a esos aparatos infernales, al menos no hubo turbulencias.

Cuando por fin llegamos al destino estaba tan aliviado de bajarme de aquel cacharro del demonio que no podía dejar de sonreír, y esa sonrisa se agrandó aún más cuando crucé las puertas acristaladas y le vi. Estaba más fuerte, con una mirada tan serena, nunca le había visto sonreír de esa manera, bueno, quizás el día que nos colamos en nuestro primer concierto.

Nos dimos un abrazo tan fuerte, tan largo que la chica que le acompañaba tuvo que toser disimuladamente para hacerse ver, ya que nosotros estábamos en nuestro mundo, ese al que pasase lo que pasase siempre volvíamos.

-Joder, casi me asfixias Luisiño, veo que me has echado de menos- río disimulando los dos lagrimones traicioneros que discurrían ya por mis mejillas.

-Pues anda que tú...- posa su mano en la parte baja de la espalda de la chica animándola a acercarse más- no puede vivir sin mí, te lo dije.

-Vaya dos...soy María- me sonríe tierna- tenía unas ganas de conocerte- se lanza a abrazarme enseguida.

-Yo también, y mucha curiosidad por ver quien sería la chica capaz de soportar al soso este...

-Oye...

-¿Verdad? Mira que es soso- se pega a su cintura sonriente-creo que le recuerdo a ti, mira tú por dónde, siempre me habla de lo alegre y divertido que es su Roi...

-¡Eso no lo he dicho en mi vida!-suelta ofendido- si es un tocapelotas.

-Ya sé que me adoras hombre-le doy una palmada en el hombro.

Nos fuimos camino a casa entre bromas y muchas risas, la mayor parte de ellas tenían como objetivo a Luis, María sin duda era de las mías e hicimos buenas migas enseguida. Me enseñaron su casa, que llevaban ya dos meses compartiendo, y me contaron emocionados lo bien que pintaba el juicio de la custodia, tenían esperanzas, estaban más fuertes y unidos que nunca. Cuando dieron las dos de la madrugada María agotada nos dejó solos.

-Bueno... ¿vas a contármelo?

-No sé-bajo la mirada- no hay mucho que decir yo...estoy un poco...

-Estás triste- sentencia- te conozco, Miriam no me ha dicho nada pero...

-Está preocupada por mí y me jode porque no sé cómo solucionarlo, no sé muy bien que hacer- juego con mi tupé algo nervioso, lo mío no es abrirme y hablar de mis emociones pero está claro que debo hacerlo, debo hablar con alguien y desahogarme- estoy agotado, cansado de que todo sea siempre tan complicado...y me siento un egoísta joder.

-Todos tenemos épocas así Roi, es normal- pone su mano en mi hombro- pero eres un luchador y podrás con ello.

-No sé...

-Yo sí lo sé y no digas idioteces, no he conocido a nadie menos egoísta que tú.

No hablamos más del tema, la idea de este viaje era desconectar, descansar y relajarme, tomar algo de distancia para reponerme. Desde luego María era una compañía perfecta, era divertida, vital y un culo inquieto, no paró de proponer planes para mantenerme ocupado y entretenido y lo consiguió. Cepeda en cambio era más casero, sé que lo pasaba mal con tanta ida y venida pero no dijo ni mu, se dejó llevar, lo hacía por mí.

Lo duro eran los momentos que estábamos en casa, verlos a los dos juntos y tan enamorados me daba cierta envidia, sentía nostalgia de esa sensación, extrañaba a Miri y sobre todo extrañaba nuestra relación. No ayudaba tampoco lo empalagosos que eran esos dos, no se quitaban las manos de encima y cuando se metían en su cuarto, no eran lo que se dice discretos.

La vecina tocapelotas y el gilipollas de enfrente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora