Abismos.

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Es increíble lo lejano que parece todo cuando empiezo a repasar los últimos meses, cosa que he intentado no hacer refugiándome en mi trabajo, en nuevas canciones, la gira de conciertos junto a Lu este mes de Agosto. Pero hoy es inevitable, han pasado ya tres meses y por primera vez Rocío, que así se llama la madre de Hugo, ha aceptado que lo visite. Sé que Ana ha tenido mucho que ver, al parecer el pequeño no había aceptado cambiar de terapeuta y gracias a su intervención habíamos logrado mantener un contacto telefónico esporádico.

En el camino al piso donde viven desde que la chica salió de la cárcel no paro de pensar en aquellas dos semanas, aquellos días que disfrutamos al máximo sabiendo que serían los últimos, pero que se convirtieron en una tortura constante. Los tres sabíamos que en pocos días nuestros caminos se iban a separar y quizás para siempre.

Dejar a Hugo en aquella casa, donde su madre nos esperaba con cara de pocos amigos no fue fácil pero aguantamos las lágrimas que luego lloraríamos en soledad días después, al menos ese fue mi caso. La vuelta a casa solos, callados y sabiendo que esa despedida no era la última del día me causo tal ahogo en el pecho que aún hoy no sé cómo pude seguir respirando.

-¿Lo tienes todo?- temblorosa se acercó a mí con una camiseta en la mano- Está para lavar pero...no te la dejes, sé que es tu favorita.

Esas fueron las únicas palabras que pronunciamos aquella tarde, nuestra despedida se limitó a leves caricias distraídas y algún que otro beso casi furtivo para no derrumbarnos por completo. Me iba de esa casa en la que fui tan feliz con las dos mujeres de mi vida una soleada tarde de finales de Mayo, así lo habíamos decidido ya que ella tenía su estudio allí y yo tenía mi espacio en el dúplex de la productora. Más adelante valoraríamos la posible venta, la casa estaba desde hacía un tiempo a nombre de los dos, ella nunca estuvo muy de acuerdo pero al final aceptó.

Apago el motor intentando controlar el temblor de mis manos, respiro hondo un par de veces para calmarme y me resisto con todas mis fuerzas para no llamarla, cosa que llevo haciendo dos meses pero que hoy me cuesta aún más. Me siento algo culpable por hacer esto sin ella pero así lo quiso Rocío y sé por Ana que Miri está de acuerdo en este encuentro, y que está feliz por mí aunque esto último no me lo haya dicho nadie, simplemente lo sé.

-Pap...-corta en seco esa palabra, borra su gran sonrisa, esa que ha aparecido en cuanto abrió la puerta y mira cabizbajo a la mujer que está a sus espaldas.

-Ven peque, dame un abrazo anda.

Corre emocionado a mis brazos y le aprieto fuerte, no sé si podré soltarle para irme, no quiero. Acaricio su rubio flequillo, está algo más corto de lo que recuerdo, inspiro cuanto puedo su olor para que dure hasta que volvamos a vernos y al fin observo su sonrisa que me llena de la paz que no he tenido en meses.

-Pasa al salón, podéis estar una hora, no más- dice seca dándose la vuelta.

La chica está agotada y se le nota, su barriga ya empieza a encorvar su postura y es evidente que a pesar de su juventud ha envejecido en estos meses.

-¿Cómo va la pequeña?-pregunto caminando tras de ella.

-No hace falta que finjas interés...

-Es mi hermanita y Roi la quiere mucho ¿a que sí?-me pregunta con una mueca de orgullo sabiendo perfectamente mi respuesta.

-Sí peque-sonrío a Hugo, que en cuanto me he sentado se ha subido a mi regazo- Rocío, sabes que si necesitas algo Miri y yo estamos para lo que sea...

-No necesito nada y menos de ella-su gesto no puede ser más esclarecedor.

Ya había mostrado su rechazo hacía Miriam antes, igual que hacia mí, pero creo que con ella era otra cosa, diría que eran celos porque sentía que le quitaba su lugar como madre. En cambio conmigo parecía reflejar más bien indiferencia o cierta antipatía, pero no parecía tan molesta por tenerme allí.

La vecina tocapelotas y el gilipollas de enfrente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora