Luis Cepeda.

233 17 1
                                    

No podía creérmelo cuando lo vi en el tweet en el que Miriam anunció a sus fans la colaboración que estaba por venir, Luis Cepeda, hacía más de 15 años que no escuchaba ni pronunciaba su nombre, el puñetero destino otra vez.

Cepeda, mi mejor amigo de la infancia, en mi querido Ourense donde viví sin duda los mejores años de mi vida junto a mis padres y a mi hermano, y con él, con mi Cepi, que desde el minuto uno de conocernos se convirtió en mi compañero de correrías.

Su familia y la mía a veces parecía una sola, no había fecha señalada o vacaciones que no pasásemos juntos, hasta que vinieron los problemas y ahí quedó demostrado que no era así, no éramos una familia y de eso tuve que darme cuenta precisamente cuando perdí a la mía en aquel accidente.

Yo aún no había cumplido los 15, faltaban unos meses y Hugo tenía 17 años cuando mis padres murieron en un estúpido accidente de coche, curiosamente la vida me arrebató a Mía de la misma manera trece años después. El dolor que sentí no se puede ni describir con palabras, solo aquel que lo ha sufrido podría comprenderlo, por suerte en la casa de Cepeda, Hugo y yo encontramos nuestro refugio esos primeros días, pensábamos realmente que no estábamos solos en el mundo, no podíamos estar más equivocados.

La asistenta social vino a la casa Cepeda Fernández aquella calurosa mañana, con una forzada sonrisa y una carpeta roja entre las manos donde yo ya imaginaba que se dictaba nuestro futuro. Habló con nosotros, nos explicó que al no tener familia si nadie se hacía cargo de nosotros pasábamos a manos del Estado, yo miraba a la madre de Luis esperando ver en ella su mirada protectora de siempre pero no, bajó la cabeza avergonzada, miré a su padre con ojos llorosos y él hizo exactamente el mismo gesto que su mujer. Hugo sujetó mi mano con fuerza para tranquilizarme, él había caído antes que yo en lo que nos esperaba de ahora en adelante. Raquel, que así se llamaba la chica, seguía hablando sin parar con una ridícula sonrisa que pretendía darnos confianza y seguridad, yo no la escuchaba estaba en mi mundo, ese que se había hecho pedazos en tan solo cuatro días.

-Recoger vuestras cosas- dijo la chica acariciando mi espalda.

-Vamos Roi, no pintamos nada aquí- dijo Hugo enfadado tirando de mí.

Yo solo podía mirar a Encarna, estaba llorando y no era capaz de mirarnos, se hundía en el pecho de su marido y él le acariciaba el pelo con la mirada perdida. Tardamos tan solo unos minutos en coger nuestras cosas, las que realmente eran importantes, las otras permanecían en nuestra casa todavía, tan solo tenía mi guitarra y algo de ropa. Me dejé arrastrar por Hugo escaleras abajo hasta llegar a la puerta donde aquella chicanos nos esperaba, yo me sentía fuera de mi cuerpo, creo que apenas era consciente de lo que pasaba, ni siquiera sabía a dónde nos llevaban.

-¿A donde vamos?- dije a la chica cuando llegamos a su lado.

-A un centro de Compostela, estaréis bien allí de verdad, hay muchos chicos de vuestra edad...no es tan malo como suena-dijo ella apenada intentando esbozar una sonrisa.

-Lo siento niños, lo siento- decía entre sollozos Encarna- lo siento...Roi mi niño- dijo frente a mí acercando su mano a mi mejilla pero yo la aparté furioso. 

-¿Donde está Luis?, no me voy sin hablar con Luis- grité molesto.

-No ha podido soportar estar aquí Roi...él...- me dijo su padre apenado.

-¿Él sabe esto?- pregunté histérico- ¿lo sabía?

-Roi él no tiene la culpa de esto cariño- me dijo su madre- él está sufriendo mucho...

-¿Sufrir?, él no sabe lo que es eso...ninguno lo sabéis- grité entre lágrimas saliendo como un rayo de aquella casa que siempre había sentido como mía.

Y así nos fuimos del que había sido para mí como un segundo hogar, después de perder a mis padres, perdí también en apenas unos días a mi segunda familia y acabé junto a mi hermano en un centro de menores de las afueras de Santiago. Nunca más supe de los Cepeda Fernández, de ninguno de ellos, y los dos años que pasé en aquel centro hasta que mi hermano pudo conseguir mi tutela no es una cosa de la que me quiera acordar, no me lo permito. Solo recuerdo que los primeros meses los pasé esperando ilusionado que vinieran a verme, que me llamaran, al menos Luis, aunque estaba enfadado no tardé más que unos días en entender que él no tenía la culpa, pero no vino, nunca me llamó.

Y ahora estaba de vuelta en mi vida, en todas las portadas junto a Miriam donde especulaban con su posible romance, caminado por las calles de Nueva york juntos, tomando un café, de compras, cenando...No sabía qué hacer, como explicarle a ella lo que pasaba, nunca le había hablado de mi infancia, de mis años en el centro, de hecho le había mentido, en realidad solo Laura lo sabía, me conocía desde niño y nos reencontramos después en Compostela.

-¿Se lo has contado ya? Roi debes hacerlo- me dice preocupada.

-¿Cómo coño se le cuenta algo así a alguien por teléfono?...no he sido capaz de contárselo en persona, no puedo.

-Debería saberlo, saber porque te molesta todo esto, o que...¿es mejor que piense que eres un celoso de mierda?

-Joder sabes que no puedo hablar de ello, ni siquiera a ti te he contado muchas cosas Laura- dije cabizbajo, había cosas que ni Hugo sabía de mis dos años en aquel centro.

-Es que la estás cagando y está muy lejos Roi, estáis discutiendo siempre y ella a lo mejor...

-No dilo, no te cortes, a lo mejor se cansa de mí ¿no?- digo molesto.

-Tenéis que hablarlo ya, no la pierdas- me dice seria.

La estaba perdiendo, desde que supe quien era él, desde que Luis apareció no hacía más que cagarla con Miriam, le reprochaba su relación demasiado cercana, las portadas, los rumores...ella estaba harta, harta de mis celos, eso es lo que pensaba que me pasaba, que estaba celoso.

Por suerte en apenas unos días estaría de vuelta y estaba listo para explicarle muchas cosas sobre mi pasado, iba a ser duro pero era necesario para que comprendiese mi actitud del último mes. Y más duro iba a ser enfrentarme a Luis, él también iba a venir para empezar la promoción del nuevo tema y para esto sí que no estaba ni mucho menos preparado.


Allí estaba tan preciosa e imponente como siempre atravesando las puertas de cristal, en cuanto me vio sonrió como nunca y echó a correr como loca hasta llegar a mí, la agarré con tantas ganas, no podía contener las lágrimas y aunque le encanta hacerse la dura ella tampoco pudo. Nos besamos hasta quedar exhaustos y notando el sabor de nuestras lágrimas.

-Dios me moría de ganas de verte Miri- le dije acariciando sus mejillas.

-Yo me muero de ganas de comerte entero- dijo agarrándome el trasero, yo la atraje hacia mí de nuevo y la besé despacio pero apasionadamente mientras ella se rozaba sin pudor su muslo contra mi entrepierna.

-Bueno vamos a parar que me estás poniendo nervioso Miri- dije separándome de ella- ya seguimos en casa.

-Uy que aburrido te me has vuelto- dice ella sonriendo y agarrando mi mano.

-¿Aburrido yo?, anda sube- dije agachándome para que se subiera a mi espalda, no tardó ni dos segundos- vamos por tus maletas.

-Álvaro ya ha ido a por ellas, ya las manda luego a casa...vamos al coche ya Roi- me susurra sugerente al oído.

Cuando nos metimos en el coche la temperatura subió sin control y acabamos follando en el asiento de atrás en el primer camino que encontramos en el trayecto, no aguantábamos más, llevábamos casi dos meses sin vernos y no lo pudimos evitar.

Por desgracia la llegada a casa significaba que esa conversación que tenía tanto miedo de tener no podía retrasarla más tiempo, era la hora.

-Miri,tenemos que hablar de quien es Luis Cepeda.

La vecina tocapelotas y el gilipollas de enfrente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora