Hambre de ti.

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-¿Qué haces aquí? Deberías estar descansando, después de la reconciliación de anoche estaréis muertos ¿no?- digo sarcástico.

-Dios Roi...eres un gilipollas enserio- dice molesta.

-¿A qué vienes Miriam?- le digo cortante sin ni siquiera mirarla.

-Pues mira...venía a decirte que te quiero, que siempre lo he hecho en realidad, a decirte que he dejado a Pablo porque solo quiero estar contigo...pero vamos, que me has quitado las ganas ya- dijo haciéndose la enfadada.

La miro por fin, estaba feliz y radiante y no tardé en darme cuenta que tras ella había dos grandes maletas y su guitarra. Mi sonrisa no pudo ser más amplia, venía a quedarse.

-Bueno ya sabes que siempre seré un gilipollas Miri- ella me mira y sonríe todo lo que le es posible.

De pronto salta a mi cintura y me rodea con sus piernas agarrando con fuerza mi cuello, yo la aprieto tanto como puedo, no me lo podía creer, después de todo lo que habíamos pasado realmente estaba ahí diciéndome que me quería.

- ¿De verdad vienes a quedarte?¿no vas a huir esta vez?- le dije mirándola nervioso.

-Claro que no, soy una tocapelotas ya lo sabes, no te vas a librar de mí.

-¿Me lo juras?

Ella sonrió y me besó con más ganas que nunca y yo le respondí de la misma forma, éramos libres, los dos estábamos listos, era nuestro momento, por fin el destino había decidido unirnos cuando tocaba, cuando los dos estábamos dispuestos a luchar, cuando los dos estábamos preparados.

En ese momento todo fue felicidad, pura pasión y sonrisas, poco imaginábamos todo lo que tendríamos que pelear, las grandes pruebas que tendríamos que superar, pruebas para las que quizás no estábamos preparados.

Me desperté la mañana siguiente en mi cama, giré mi cabeza sobre la almohada y ahí estaba ella durmiendo plácidamente, no había huido, estaba allí conmigo. Observé su rostro sereno, su alborotada melena, acaricié su espalda suavemente para comprobar que era real, que estaba ahí. Ella no tardó en moverse, estirando todos sus músculos, arrugando la nariz hasta que abrió los ojos y me miró dibujando una gran sonrisa, se acercó y se acostó sobre mi pecho.

-Buenos días Roi.

-Buenos días ¿has dormido bien?- dije acariciando su espalda.

-Mejor que nunca- dijo besando mi pecho y recorriendo con su mano mi abdomen- tengo mucha hambre- dijo bajando su mano hasta mi entrepierna.

-Pues vamos a desayunar-digo serio, aunque sabía perfectamente a que se refería y yo también estaba más que hambriento.

-Tengo hambre de ti tonto-dijo mirándome risueña.

-Ven aquí- dije agarrando su cara entre mis manos.

Se sentó sobre mis piernas y empezó a moverse despacio dibujando círculos con sus caderas mientras yo besaba su cuello y bajaba mis manos a sus nalgas haciendo que su balanceo se volviese más intenso y el roce de nuestros sexos más profundo.

-Joder Roi, ¿ya estás así?- dijo riendo al notar mi erección entre sus piernas.

-¿Piensas que yo no noto como estás tú Miri?- digo entre suspiros cada vez más agitados.

-Cállate idiota- dijo golpeándome en el hombro.

Yo la aparté enseguida de mis piernas y me levanté en silencio saliendo de la habitación, no tardó ella en seguirme hasta el baño y agarrarme por la espalda.

La vecina tocapelotas y el gilipollas de enfrente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora