Una bienvenida...o quizás más.

215 17 2
                                    

Fueron unas horas durísimas las que pasamos en el hospital, sin saber del estado de Sofía, por suerte Pablo no tardó en llegar temblando, totalmente desesperado, tuve que obligarle a calmarse antes de entrar a ver a Laura, no podíamos alarmarla así, por ello entré yo primero a verla para que no estuviese sola al despertar.

-Mi niña- acaricié su mejilla en cuanto abrió los ojos, ella confusa tardó un raro en ubicarse pero enseguida recordó donde estaba y su cara reflejó el terror que estaba sintiendo, tocándose el vientre sin parar y envuelta en lágrimas.

-Roi...no, ¿dónde está?, dime ahora mismo donde está mi Sofía- me dijo amenazante.

-Laura calma por favor, aún estás débil...

-Joder ¿dónde está?-gritó desesperada.

-La están operando- le hablé lo más calmado que pude agarrando su mano.

-No, no...quiero que me traigan a mi niña Roi, diles que me la traigan-me suplicó, yo la abracé fuerte, al menos todo lo que pude para no hacerle daño.

Por fin entró Pablo un poco más calmado, yo simplemente dejé un beso en su sien y les di su espacio, por suerte en cuanto salí al pasillo allí estaba Miri, ahí sí me derrumbé, me derrumbé entre sus brazos después de horas intentando mantener la compostura.

Pasaron dos horas más, dos horas en las que nadie dijo ni media palabra, solo se escuchaban llantos ahogados, sus padres estaban en una especie de shock, paralizados y Miriam manteniéndose entera para darnos consuelo.

-Bueno...ha sido duro pero parece que la operación ha salido bien, las horas siguientes serán claves, debemos esperar a ver como evoluciona- dijo cauto el doctor-...pero creo que hay razón para el optimismo-sonrió levemente.

Todos en la sala suspiramos con cierto alivio aferrándonos a esas últimas palabras que nos llenaban de esperanzas, aunque aquello no había acabado aún. Pablo lloró a moco tendido en los brazos de Miriam demasiada tensión acumulada, intentando transmitirle tranquilidad a Laura aunque nada funcionó, tuvieron que sedarla por su estado de nervios.

-Marchaos ya...aquí no podéis hacer nada y...solo podemos esperar- nos dijo Pablo resignado.

-De eso nada, de aquí no nos vamos, somos familia y aquí vamos a estar- contesté serio, él no tardó en lanzarse a mis brazos, ya apenas le salían las lagrimas, estaba realmente agotado.

Hasta la mañana siguiente no tuvimos más noticias pero mereció la pena porque eran buenas, las mejores. Nuestra Sofía no solo se recuperaba bien de la operación sino que parecía totalmente sana, no había secuelas visibles, era una pequeña luchadora.

Es entonces cuando decidimos irnos a casa al fin, Miriam estaba que se caía, además no podríamos ver a la niña hasta que salieras de la UCI. Nos despedimos de todos ya en un clima más alegre, aunque con cierta preocupación, como corresponde a una acontecimiento así, el nacimiento de esa pequeña que nos daría tantas alegrías a todos los presentes en el futuro.

-Dios...esto ha sido...-dice ella dejándose caer en la cama abatida- no sé si yo podría...no sé si merece la pena pasar por algo así.

Me dejó helado cuando pronunció esas palabras, pero no dije nada, tal vez solo se debía a la tensión del momento, al cansancio, pero era algo que me iba a atormentar de ahora en adelante, algo que no conseguiría sacarme de la cabeza. Por suerte o por desgracia los problemas que nos rodeaban en estos momentos tenían mi mente bastante ocupada.

No pude pegar ojo así que en cuanto Miriam se durmió me di una ducha y me vestí para ir a visitar a Cepeda, era algo que no podía retrasar más, conociéndolo estaría ya con su maleta preparada para irse, para que nadie pudiese impedir ese viaje a México.

La vecina tocapelotas y el gilipollas de enfrente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora