¿Ya no es real?

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Ella me miraba nerviosa, emocionada y diría que con cierta ilusión, yo no sabía que decirle, aún estaba un poco ido después del ataque que acababa de sufrir, no podía pensar con claridad, ni siquiera sabía que lo que estaba viendo era real.

-Roi...-acaricia mi mejilla- por favor dime porque has venido- me preguntó algo asustada.

Me separé de ella y me dejé caer en el asiento soltando un gran suspiro, necesitaba pensar, aclarar mis ideas. Ni yo sabía porque estaba allí, solo sabía que me alegraba que ella estuviera conmigo pero no podía pensar en lo que pasaría después, como debíamos actuar después de lo que había pasado estos dos meses.

-Necesito calmarme Miriam, necesito respirar...no sé, no sé qué decirte ahora mismo yo...

-No digas nada Roi, tranquilo- dijo acariciando mi mano- respira, intenta dormir, ya tendremos tiempo de hablar.

Se giró y apoyó todo su peso en el asiento e hizo amago de apartar su mano de la mía pero yo se lo impedí, la cogí y la puse en mi regazo entrelazando sus dedos con los míos, así permanecimos todo el viaje, eso sí, sin mirarnos. Bajamos del avión en silencio, estábamos nerviosos, cogimos nuestro maleta de mano, parece que los dos nos decidimos a llevar poco equipaje, y nos dirigimos a la salida. Había contratado un coche que nos llevase al hotel por lo que a la salida un chico con un cartel donde se leía "Roi Méndez y su vecina tocapelotas" nos esperaba, me pareció un detalle bonito cuando lo preparé pero ahora dolía, miré a Miriam de reojo, pude ver como disimuladamente atrapaba una lágrima que no había podido reprimir. El viaje fue una auténtica tortura temíamos la llegada a la habitación, allí tendríamos que hablar, allí no habría escapatoria.

Dos horas después estábamos entrando por la puerta de la lujosa suite que había elegido, se le saltaron las lágrimas en cuanto la vio, yo ni siquiera recordaba todo lo que había pedido que pusiesen en la habitación. Velas aromáticas de flor de naranjo que sabía que le encantaba, pétalos de rosa amarilla, su favorita, dos botellas de albariño, que supongo no había sido fácil de conseguir para los croatas y una tarjeta, me hundí al verla, yo mismo la había enviado hace meses escrita de mi puño y letra.

Me miró llorando, era triste lo que este viaje significaba hace tan solo dos meses, todos esos detalles que preparé con tanta ilusión y que sabía que la harían feliz ahora solo le hacían sufrir, a mi también pero lo que me más me mataba era ver su dolor, la culpa en sus ojos.

-¿Cómo he podido arruinar esto Roi?- dijo hundida- ¿cómo he convertido algo tan bonito en esta pesadilla?

Me acerqué a ella rápido y la abracé con todas mis fuerzas, la quería tanto, más que a mí mismo, tanto que dolía demasiado.

-Eh, vamos no llores más, si quieres pedimos que limpien todo esto y listo, pero no quiero que te pongas así- dije acariciando su pelo, ella me miró algo molesta.

-¿Es eso lo que quieres tú?, tirar todo esto y listo- dijo ella elevando el tono.

-No...nada de lo que ha pasado es lo que yo quisiera ¡joder!- dije enfadado- pero lo que quiero ahora es que estés bien y no le estás, mírate.

-No estoy bien es cierto, yo...solo querría poder disfrutar de todo lo que habías preparado contigo Roi- dijo apenada desviando su mirada.

-Miriam por favor, no podemos hacer como si nada hubiera pasado, eres increíble de verdad- digo fastidiado.

-¿Entonces qué cojones hacemos aquí?- gritó- ¿qué Roi? ¿Quieres vengarte, quieres hacerme sufrir? ¿Eso quieres?- dice enfadada.

-Dios...sabes que yo no soy así.

-¿Que quieres de mi Roi? te juro que yo te quiero, que esperaré por ti lo que haga falta pero...¿tú me sigues queriendo?- pregunta más calmada pero aún temblorosa.

-Claro que te quiero, lo sabes pero...

-¿Pero qué? no me vas a perdonar nunca ¿no?- ni la miré, no le contesté, no sabía que decir-bueno creo que es mejor que me vaya- cogió su pequeña maleta y se dirigió a la puerta.

-¡No!- grité en un arrebato- no te vayas Miri.

-¿Por qué?- dice dándose la vuelta y plantándose frente a mí- ¿para qué me quieres aquí? No quiero ver esa decepción en tus ojos cada vez que te miro, no lo soporto- dice bajando la vista, yo me acerco más, no lo puedo evitar, tanto que puedo sentir en mi pecho su pecho moverse agitadamente.

Agarro su barbilla haciendo que me mire de nuevo y la observo, sus ojos brillantes, su boca temblorosa por los incesantes sollozos, sus labios húmedos por las lágrimas que no cesan. Paso mis dedos por su boca retirando esas lágrimas, siento un impulso irrefrenable de borrarlas a besos pero me contengo, pero al sentir su mano en mis caderas dejo de reprimirme. En apenas segundos mis manos se agarran firmes a su cuello, mi cuerpo hace contacto con el suyo y mis labios se unen con los suyos tan ansiosos que duele, pero no nos importa seguimos besándonos con total desesperación, como si fuésemos a desintegrarnos en segundos.

Ella se separa por un instante, se da la vuelta y cierra la puerta, vuelve a mirarme y yo vuelvo a atacar su boca, esta vez la agarro de la cintura y la levanto en el aire caminando hacia la cama mientras ella se aferra a mí cuello y me besa con rabia mordiendo mi labio inferior.

-Joder- digo entre sus labios mientas siento la sangre brotar, ella me mira traviesa y no tarda ni medio segundo en pasar su lengua por la pequeña herida provocando un extraño placer en mí, tiñendo su lengua del rojo.

-Perdón- dice sonriendo, yo la bajo y comienzo a desnudarla mientras ella desabrocha mi camisa y la lanza lejos, acaricia mi pecho haciendo que se me erice la piel al instante.

Los dos nos miramos cuando acabamos por fin de deshacernos de nuestra ropa, ella baja la vista y sonríe al ver que mi excitación ya es más que evidente, me acerco a ella y entierro mi mano entre sus piernas notando que la suya no es menos evidente. Los dos entendemos que no estamos para preliminares, estamos calientes como el mismo fuego, me siento en la cama y ella me sigue sentándose sobre mis piernas mientras yo atrapo de nuevo su cuello para besarla, otra vez esa mezcla de dolor y placer al sentir su lengua sobre mi labio inferior.

A su destreza con la lengua se añade su ligero balanceo sobre mi miembro, me arranca los primeros jadeos simplemente con el vaivén de sus caderas, inca sus rodillas en la cama incorporándose ligeramente y yo entro en ella rápido en cuanto se sienta de nuevo sobre mi regazo. Ahí empieza nuestro baile, ella se mueve ágil en un suave balanceo de mientras yo empujo con las manos en sus nalgas intensificando el roce entre nuestros sexos, ella está encima y lleva la voz cantante, marca un ritmo cada vez más frenético al son de sus desgarrados gemidos. Empieza a apurar cada vez más, ninguno de los dos está para juegos, estamos a punto del éxtasis y los dos lo sabemos, echa la cabeza hacia atrás entrecerrando los ojos.

-Quiero que me mires- digo agarrando su cara haciendo que se incorpore, necesitaba ver en sus ojos lo que siempre vi, su entrega, su pasión, ver que ese amor que siempre vi reflejado en su mirada estaba vivo aún.

-Es que no puedo...no puedo más- susurra entre jadeos.

-Sí puedes- digo pegando su frente a la mía y así mirándonos, hablándonos sin palabras, alcanzamos el orgasmo entre gritos desatados.

Nos quedamos así unos minutos, besándonos tiernamente, mis dedos recorriendo su espalda, sus dedos enredados en mi pelo-Te quiero-me susurró antes de dejarse caer exhausta sobre mi hombro. Me recosté en la cama y ella se acomodó a mi lado, no tardé mucho en dormirme, quizás por el estrés de estos meses, quizás por la ansiedad el viaje o simplemente por la presencia de Miriam a mi lado que tanto necesitaba.

Cuando desperté la vi de pie, de espaldas a la cama con aquella tarjeta entre las manos, la tarjeta que contenía los sentimientos más reales que tenía hacia ella y ahora...ahora quizás no significaba nada. Me dio un vuelco el corazón, me puse triste al instante, lo que había pasado hace rato no cambiaba nada, teníamos que hablar, hablar de cosas que nos iban a destrozar a los dos y no sabía si tendría una solución por mucho que doliera, por mucho que nos quisiéramos, porque de eso estaba seguro.

-Miriam...

-Ya no lo piensas ¿no?, esto ya no es real- dijo dándose la vuelta de nuevo envuelta en llanto.

La vecina tocapelotas y el gilipollas de enfrente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora