Capítulo treinta y seis: Sorpresas*

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Jeremy

Restregué mis manos en la toalla una vez más, odiaba sudar, odiaba estar nervioso. Observé mi reflejo en el espejo del baño, según yo todo iba bien con mi aspecto, llevaba puesto una camisa de mangas cortas de botones, jeans y zapatos cómodos. Sobre la cama estaba el ramo de flores que había comprado unas horas atrás.

¿Será demasiado bobo?

No estaba seguro, era probable que no, ¿a qué chica no le gustan las flores? Bueno el problema no era que le gustaran las flores, el problema era que le gustara yo.

Me armé de valor y salí de la casa con las flores en mano, las puse en el asiento de atrás del carro y comencé a manejar hasta el hotel. Había alquilado el auto esa misma tarde, mamá y papá llegarían a la isla en unos días y necesitaban un auto para moverse de un lado a otro.

Mientras manejaba pensé en todas las palabras correctas para decir, pero nada lo suficientemente bueno se me ocurrió, comenzaba a arrepentirme de todo.

La voz de Fabio sonó en mi cabeza, él me había dicho que no fuera un cobarde y no lo sería.

Le dije al chico del valet parking que estaría de vuelta en veinte minutos y luego corrí al elevador. Mía me había preguntado hace unos minutos si ya iba por ella, no había notado que iba tarde. Me tome unos minutos antes de tocar la puerta, ella abrió a los segundos, parecía que había estado ahí parada al otro lado de la puerta esperando a que yo llegara.

Creo que me saludó, creo que escuché un hola de su parte pero yo no podía concentrarme en decir nada. Tenía una gran sonrisa brillante, los labios pintados de un rosado que quedaba bien en su piel, llevaba un vestido de flores corto, iba escotada del pecho pero el vestido tenía mangas largas y los tacones la hacían verse de mi altura.

─ ¿Sigues ahí, Tyles?- Mía había dejado de sonreír y me observaba con susto en su mirada.

─ Lo siento, lo siento.- intenté sonreír.- Tu...- carraspeé, la noche no había comenzado y ya lo estaba arruinando.- Te vez bien.- ella sonrió sin mostrar los dientes y sus mejillas se tornaron rosadas.

─ Lo mismo para ti rubio.-

─ ¿Nos vamos?- pregunté.

─ Claro.-

Ella cerró la puerta de su habitación detrás de sí y comenzamos a caminar hacia el elevador. Rogué a los cielos que por nada del mundo le diera por observar el asiento de atrás del auto.

─ ¿De dónde has sacado un auto?- me preguntó mientras manejaba.

─ Lo renté esta tarde, yo no tengo problema con moverme en taxi pero mis padres vendrán en unos días y a ellos les gusta tener un auto a su disposición, es más rápido.- la observé de reojo asentir con la cabeza. No dijo nada más en todo el camino.

Aparqué el auto a un lado en la calle y ambos caminamos hacia el muelle.

─ Qué lugar más de locos.- Mía observó el mar con los ojos brillantes de emoción. Estábamos en una zona de botes, habían casas alrededor después de la calle, todas iluminadas, muchos restaurantes y mucha gente en sus propias fiestas adentro de los botes.

─ Tienes que parar aquí.- le dije, estábamos en medio del muelle.- Y prometerme que a partir de acá mantendrás los ojos cerrados.-

─ ¿En serio?- ella se rio.

─ ¿Te gustan las sorpresas?-

─ Supongo.-

─ Pues no lo arruines. - me encogí de hombros, se rio pero terminó cerrando los ojos.

Verano para siempre (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora