Capítulo ochenta y siete: Carta*

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Melanie

El frío me llegó a la planta de los pies y me encogí como si fuera un bebé. Abrí los ojos cuando me abracé a mí misma con los brazos y me di cuenta de que estaba desnuda. 

También me di cuenta de que mi cuerpo desnudo no era el único. Me giré lentamente en mi mejor intento por no despertarlo. Él estaba ahí, durmiendo boca arriba, con la respiración tranquila y el rostro pálido. 

Las sábanas a penas nos cubrían. 

Me dejaban ver la mitad de su torso, un poco de sus piernas y brazos. 

No era la primera vez que tenía sexo, pero era la primera vez que despertaba desnuda con alguien. Y ese alguien no era cualquiera. Era él. 

Y Liam nunca iba a ser "cualquiera" para mí. Lo supe mucho antes pero no fue hasta ese momento que entendí que quizás... solo quizás, no iba a poder olvidarme de él nunca. 

Mi mente iba a encargarse de repetir como una película los momentos a su lado y sobre todo la noche anterior. 

No sé por qué pensé que sería una buena idea. No sé por qué imaginé que entregarme a él era una buena forma de despedirme. Me sentía suya. Más allá de los sentimientos, si recordaba cómo sus manos habían recorrido mi cuerpo y el placer que había sentido solo gracias a él... no me veía con nadie más de esa manera. Quería repetir la noche anterior mil veces más. Quería que me hiciera sentir como lo había hecho horas atrás. 

Probablemente estaba exagerando al pensar que no habría nadie como él, pero así fue como me sentí.

Por eso las chicas se obsesionan contigo, ¿No es así, Green?

Casi sonreí. No lo hice porque pensé que no quería a ninguna otra chica cerca de él y ese pensamiento me llevó a darme cuenta de lo que estaba por hacer. 

En vez de Julieta iba a ser Cenicienta.

Me quite las sábanas de encima y comencé a buscar mi ropa por la habitación. Una vez cambiada volví a verlo, que sé yo, por puro masoquismo.

Esa era, probablemente, la última vez que vería ese rostro, que lo tendría así de cerca. Así que con posibilidades de arrepentirme me acerque a él, a centímetros de su rostro lo detallé, como si pudiera guardar esa imagen de él a la perfección en mi cabeza. 

Meses después me daría cuenta de que si podía.

Le di un beso en la mejilla. 

Liam no se despertó.

Salí del lugar. Bajé las gradas de madera con las lágrimas deslizándose por mis mejillas, busqué a la misma chica que nos había atendido unas cuantas horas atrás. Ella me vio con preocupación y me preguntó si todo estaba bien, a lo que no tuve ánimos ni de responder. Solo le pedí algo donde escribir y una pluma.

Volví a subir las gradas pero no me atreví a entrar en la habitación, no quería que él se despertara y mi absurdo plan se fuera a la basura.

Escribí sobre la página todas las estupideces que se me venían ocurriendo desde la noche anterior. Quizás eran estupideces pero venían de mi corazón, y las cosas que venían de ese lugar casi nunca salían al exterior.

Sabía que no era todo mi culpa. Que si seguíamos como íbamos era peligroso para él e incluso para Natasha, sabía que mamá no bromeaba cuando me amenazaba. Aunque también sabía que estaba rindiéndome antes de intentarlo y que eso me convertía en una cobarde.

Terminé la absurda carta improvisada y la tiré debajo de la puerta hacia la habitación. Bajé las gradas nuevamente sintiendo que dejaba el alma en esa maldita habitación, levanté la mirada cuando escuché la puerta del lugar abrirse, lo siguiente no me lo pensé ni dos segundos.

Verano para siempre (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora