Capítulo treinta y nueve: Creo que el chico que me gusta es un patán*

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Liam

─ Bien, necesito que te quedes aquí, iré por algo para que tomes, ¿si?- 

Pestañeó varias veces, como intentando entender lo que acababa de decirle. Sus largas pestañas adornaban sus ojos celestes, cada que la veía de cerca me cuestionaba que tan reales eran, nunca había visto ese tono de celeste. 

Entonces volvió a reír. Rodé los ojos y me levanté. Había estado hincado frente a ella intentando que me dijera algo pero solo se reía.

Caminé hasta la nevera para tomar un poco de agua helada, estaba tomando una de las botellas, de esas que ponen en las neveras en los hoteles, cuando la escuché gritar. 

─ ¿Mel?- regresé hasta el sofá de la sala en donde la había dejado sentada pero ella ya no estaba ahí. Me acerqué un poco más y la miré, estaba acostada en el suelo.- ¿Qué haces ahí?-

─ Yo... estaba...ya sabes... y de repente... pero el techo es agradable.- murmuró en palabras lentas, viendo al techo fijamente. 

No pude evitar reírme. Dejé la botella con agua en la mesa para café que estaba al lado de donde ella estaba acostada y me acerqué, parándome con mis pies al lado de sus caderas.

─ Venga rubia.- extendí mis brazos hacia ella.- Necesito que te hidrates un poco.- ella hizo una mueca de desagrado pero igual me incliné hacia ella, la tome de las axilas y la levanté. Extrañamente fácil.- Siéntate.-

Melanie se quejó mientras se sentaba y la obligaba a tomar el agua, a pesar de todo se miraba bien, muy ebria nada más. No quería imaginarme lo que el chico de la discoteca podía haberle hecho en ese estado.

─ ¿Cómo te sientes?- ella me regresó la botella.

─ Bien.- se encogió de hombros. No estábamos cerca, pero el olor al alcohol se sentía en cada palabra que salía de su boca y yo lo odiaba así que la llevé a que se lavara.

Con mi ayuda había logrado sentarse a un lado del lavabo, podía sentir sus ojos sobre mí en cada movimiento, buscaba un cepillo de dientes limpio en un cajón y cuando lo encontré lo lave con un poco de agua del lavabo.

Le extendí el cepillo con la pasta, ella me miró con curiosidad.

─ Tengo muchos nuevos.- le dije, encogiéndome de hombros.

─ ¿Por qué eres tan amable?- 

Detallé su rostro, un poco del delineador negro de sus ojos se había corrido hacia sus parpados y por debajo de sus ojos, su cabello lacio caía intacto sobre los costados de su cara. Quisiera decir que se veía mal pero no era el caso. 

─ ¿Por qué no debería de serlo?- elevé una ceja hacia ella, Melanie tomo el cepillo con una mano.

─ No lo sé.- comenzó a cepillarse los dientes, dejé un vaso con agua al lado para que se limpiara y caminé fuera del baño hasta la habitación.

Me quite la ropa que llevaba y me puse un pantalón de algodón mucho más cómodo, regresé al baño descalzo y sin camisa, había terminado de cepillarse los dientes y seguía sentada en donde la había dejado. 

Melanie me miró durante unos segundos con los ojos entrecerrados. Parecía no creerse lo que estaba viendo. Sonreí. Era divertida en ese estado. Sabía que le atraía, no podía negármelo, aunque ella insistiera en alejarse de mi al final del día terminábamos en situaciones que nos delataban a ambos.

─ Si no vomitas mañana te regañaré un poco menos.- le dije.

─ ¿Y por qué vas a regañarme?- frunció el ceño.

Verano para siempre (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora