Capítulo sesenta y seis: Ducha*

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Fabio

Pase los canales una vez más pero me rendí, no había nada bueno que ver en la televisión, llevaba solo unos minutos en la habitación y estaba muriendo de aburrimiento. Justo antes de que decidiera que era mejor irme a dormir mi móvil sonó.

─ Alex.- susurré viendo la pantalla.

No sabía que hacia ella llamándome pero mentiría si no dijera que una parte de mí se alegraba de saber de ella.

Hola morena.- saludé.

Fabio...- la escuché. Había algo extraño en su voz, se escuchaba lejana y seria.

¿Sucede algo?- pregunté. Lo último que sabía de ella es que iba a su trabajo porque había alguna clase de problema así que me preocupé un poco.

Yo...- la escuché suspirar, estaba seguro de que estaba llorando, su voz parecía quebrarse en cada palabra.

¿Necesitas que vaya por ti a algún lado?-

Eso sería agradable.-

Bien, mándame tu ubicación.- comencé a buscar las llaves de la camioneta, salí de la habitación y camine con rapidez.- Y... ¿Alex?-

¿Si?-

No importa lo que sea estará bien, ¿vale?-

Y colgué.

Seguí la dirección que ella me mandó, era solo unas cuadras arriba del restaurante en el que trabajaba, pare en cuanto la vi, estaba apoyada en una pared con los brazos cruzados bajo el pecho, no fue hasta que bajé la ventanilla de la camioneta que me di cuenta que afuera hacia frío, ella seguramente estaba congelándose. Subió en cuanto me vio.

No dijo nada y yo tampoco me atreví a preguntar, la vi cerrar los ojos mientras apoyaba la cabeza en la ventanilla del auto y sonreí sin mostrar los dientes, se miraba adorable, al menos no estaba llorando. Conduje hasta el edificio en donde vivía y aunque no me lo pidió la acompañé hasta la puerta de su departamento, afuera el viento estaba de locos, parecía que una tormenta se avecinaba.

─  ¿No vas a invitarme a pasar?- pregunté con una ceja elevada cuando estuvimos en la puerta. Alex rio.

─  No quiero asustarte con mí... ya sabes, pobreza.- dijo y yo rodé los ojos.

─  Si conocieras el lugar en el que vivía cuando era un simple mesero en Madrid este lugar te parecería un palacio.- ella me sonrió.

─  Olvidas que soy la fanática loca. Quizás si conozco ese lugar.- me reí. Aunque tenía la nariz y la mejilla rosada, suponía yo que por el llanto, aun así parecía optimista.- Las malteadas de chocolate me salen bien, ¿te parece una buena manera de decir "gracias por traerme a casa"?-

─  Mmm solo si de verdad te salen bien.-

Ella me dio un golpe suave en el hombro y luego se giró para abrir la puerta. Entré detrás de ella y observé todo un poco, el lugar era más grande de lo que imaginaba, me llevó por un pasillo, a la derecha estaba su habitación y un poco más al fondo la cocina con un pequeño comedor.

Me senté en una de las sillas frente a la mesa redonda y la vi mover cosas de un lado a otro en la cocina, todo el lugar se sentía demasiado cálido. Había cuadros a medio terminar por todos lados, la pared tenía unas rosas dibujadas con pincel. La luz amarillenta de la cocina parpadeó y ambos nos asustamos cuando un rayo se escuchó, la tormenta había comenzado.

─  Que extraño.- Alex apareció frente a mí con dos vasos de vidrio llenos de malteada de chocolate.- No es temporada de lluvia.-

─  Lo mismo pensé.- mentí. Se sentó frente a mí y yo tome mi bebida, olía espectacular.

Verano para siempre (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora