Capítulo noventa y cinco: Recuerdos que no dejan avanzar*

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Jeremy

Cuando desperté estaba apoyado en el hombro de Melanie y ella estaba apoyada en la ventanilla del avión con la boca abierta, puse todo mi esfuerzo en no reírme y me separé.

El piloto avisó que estábamos por llegar a la ciudad de Madrid, en la ventanilla podía verse el cielo oscuro, no estaba seguro de que hora era pero sabía que el vuelo llegaba noche. Encendí mi móvil y observé que tenía mil mensajes de Mía.

Una grieta se abrió paso en mi corazón. Iba a hacerme demasiada falta, no me imaginaba los días sin verla, sin tomarla de la mano o besarla.

Recordé su carita llena de lágrimas en el aeropuerto, era una imagen con la que iba a tener que lidiar durante seis meses. Su única petición había sido que cuidara a Melanie y no tenía idea de cómo iba a conseguir aquello.

─ Hey.- sacudí con suavidad el brazo de la rubia. Ella refunfuñó pero abrió los ojos con pereza.

─ ¿Llegamos?- preguntó bostezando y yo reí.

─ Sí, pero casi inundas el avión con tu baba.-

Melanie se incorporó en su asiento.

─ Sé que le prometí a Mía que esto no pasaría pero.- ella volvió a verme y me dio un manotazo en el hombro.

─ Auch.-

─ Era fundamental.-

Rodé los ojos.

Melanie y yo caminamos por el aeropuerto en búsqueda de nuestras maletas, cuando estuvimos listos para irnos esperamos afuera a por un taxi. No teníamos idea de a dónde íbamos pero estábamos por descubrirlo.


Ryan

─ ¡Cuarenta segundos Sparks!-

Salí de la alberca saltando de felicidad, el entrenador me dio un apretón de manos en forma de felicitación. Me quite los lentes y lo primero que mis ojos vieron fueron sus grandes ojos verdes observándome desde las gradas. Estaba por caminar hacia ella cuando alguien puso una toalla en mi pecho y tuve que levantar la vista para ver de quien se trataba.

─ La he dejado entrar solo porque es una chica muy linda.- la mirada severa del entrenador choco con la mía.- Ya sabes lo que pienso de las visitas durante el entrenamiento.-

─ Sí, ha sido mi culpa. Yo le pedí que viniera.- él rodó los ojos pero me regaló una sonrisa.

─ Mocoso suertudo.- dijo antes de pasar a mi lado dándome una palmada en la espalda.

Sonreí y caminé hacia ella.

─ ¿Y?- pregunté.

─ ¡Has estado espectacular!- Nat se acercó hacia mí, una barrera de vidrio nos dividía hasta el pecho. El público no podía acercarse a las albercas durante las competencias.

─ Rompí mi propio record.- dije, orgulloso.

─ Eso escuché.- Nat me regaló una sonrisa, si hubiéramos estado solos me hubiera importado poco la barrera entre ambos y me hubiera acercado para besarla.- Eres asombroso.-

─ No, tú lo eres. ¿Me esperas afuera mientras me cambio?-

Ella asintió y yo corrí a las duchas. Los entrenamientos habían comenzado el día siguiente del vuelo, duraban horas y yo terminaba exhausto, debía seguir una dieta rigurosa de la cual Natasha también disfrutaba, porque básicamente debía comer muchos carbohidratos y grasas que ella antes no tenía permitidos comer.

Verano para siempre (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora