XIX

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P.O.V Alexander

Pasaron varios días desde entonces. Apenas quedaba una semana para que nos dieran las vacaciones.

Me encontraba terriblemente mal.

Sentía como si el sentido de mi vida volviera a perderse. Nunca debí encontrar esperanza de salir de esto, por ello ahora estaba peor que antes.

Llevaba días sin dormir, tres en concreto. Y, cuando tomaba pastillas para el insomnio, tenía horribles pesadillas con Sarah que tampoco me dejaban descansar correctamente.

Estaba harto.

Harto de esta vida. Harto de no poder salir de toda la mierda. Harto de vivir sin sentido alguno.

No quiero nada. Solo me encantaría estar tumbado en la cama todo el día, mirando el techo, esperando a que algún día de estos me muera.

Pero Sophie no me dejaba. Ella estaba muy preocupada por mí, me obligaba a comer y a salir de mi cuarto. Era bastante pesada, pero no me podía enojar con ella, por mucho que haya perdido mi confianza yo la seguía queriendo.

Ya no iba al colegio porque no podía soportarlo más: Si veía a Marcus tendría otro momento de debilidad y acabaría tomando la elección egoísta de estar con él. Pero si no lo veía lo extrañaba tanto que sentía un malestar constante en el pecho.

No tenía salida, nunca la tuve.

—Alexander cariño... ¿Qué te parece si salimos un rato y vamos a comprar algún delicioso postre de chocolate? —preguntó Sophie amablemente, tratando de quitarme las sábanas y levantarme de la cama.

Negué.

—Ve tú, yo me quedo aquí —sentencié en un susurro quebrado. Ella negó destapándome, pero yo inmediatamente volví a taparme.

—Cariño... No puedes quedarte aquí todo el día, no es bueno para ti —aseguró acariciando mis cabellos, yo me aparté.

—Deja de llamarme así

Desde que estoy de esta forma tan... Deprimente, Sophie ha dejado por completo de hablarme como a su jefe, y me habla como cuando era pequeño, tratándome de una manera que odio.

No quería ser tratado como a un niño débil, me hacía sentir que era un completo inútil. Y, aunque lo soy, prefería no recordarlo a cada rato.

—Alexander... Por favor haz un esfuerzo, hazlo por ti —rogó.

—No quiero hacer nada por mí —Me encogí aún más entre las sábanas .— Ahora déjame —pedí en un hilo de voz. La mujer no dijo nada más, se retiró de mi cuarto dejándome a solas.

Sentí mis ojos húmedos y como un nudo se formaba en mi garganta.

Ya no quería hacer nada. No quería volver a mi antigua vida miserable en la que finjo estar bien mientras desato mi dolor matando animales, ya no más... Ya no quiero más.

Entre pequeños sollozos, rebusqué en el cajón de mi mesilla para encontrar el llavero de Marcus y, una vez en mis manos, lo abracé contra mi pecho, desesperado porque me ayudara a deshacer mi malestar.

Funcionó un poco. Comencé a recordar hermosos momentos con Marcus y con Alan, entreteniendo a mi mente.

Pero tras un rato no sirvió más que para hacerme aún más daño, porque los extrañaba.

Me sentía tan solo.

Odio estar solo.

Me gusta estar solo.

✖¿Hay amor?✖ (BL) FINAL IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora