XXXI

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P.O.V Alexander

Claro que las pesadillas no se detendrían, después de todo Marcus no es un dios que pueda curarme al instante.

Esta mansión es lo peor que me ha pasado.

En mis sueños, retomaba esa sensación de soledad infinita, una amargura en el corazón que solo alguien que la hubiera sentido comprendería. Era como si estuviera desganado, sin ánimos de hacer nada ni ser nada porque nadie va a verme, hablarme, escucharme... Solo yo conmigo mismo.

Y mi peor enemigo soy yo.

Yo hablándome a mí mismo, diciéndome lo idiota e insensible que soy. Yo, criticando de manera hiriente mi aspecto. Yo asegurándome de que solo alejarme de todos y autodestruirme es la manera de llegar a la felicidad.

Yo... Siempre soy yo, después de todo.

Y algo que sin duda me mataba era el hecho de tener lo necesario para ser feliz pero no poder llegar a serlo debido a mi mente, a mi manera de pensar y recordar el pasado cada vez que sentía que estaba demasiado bien.

¿Por qué me martirizaba tanto? ¿Por qué no podía dejarme a mí mismo ser feliz?

Era algo superior a mí. Yo mismo era superior a mí.

Sabía que para querer adecuadamente a Marcus debía quererme un poco a mí primero. Y no es que no amara al pelirrojo, sino que mi forma de amarlo no era tan adecuada como la suya.

Entonces decidí hacerme un esquema mental de las cosas que veía positivas en mí, tanto de aspecto como psicológicas.

Bueno, una de ellas era mi cabello. Me agradaba que fuera negro y largo, me hacía sentirme un poco más cómodo. Mi cuerpo no era tan malo, después de todo estaba ejercitado y había trabajado mucho en él.

Claro, fue mucho más difícil encontrar algo positivo de mi personalidad... De hecho, aún lo sigo buscando.

Sí, no he encontrado nada... ¿Tú encuentras algo? ¿O es el ciego cariño que sientes por mí después de tanto tiempo lo que te hace encontrarlo?

¿Ves? Eso de mi personalidad tampoco es agradable: mi manera de incomodarte hablándote directamente a ti. Aún me pregunto si realmente estás ahí o solo es mi locura jugándome una mala pasada.

Sea lo uno o lo otro, me ayuda hablar contigo... A veces dices cosas muy bonitas de mí, aunque yo no las considere verdad es agradable escuchar ese tipo de cosas.

Pero no creas que lo que tú me digas va a influir directamente en mi vida, las cosas no funcionan de esa manera, lector.

Creo que ya ha sido suficiente de hablar contigo. Voy a ver si Marcus ya ha despertado.

Salí de las duchas del gimnasio, secando mis cabellos. Tras unos momentos suspiré antes de dejar la toalla sobre mis hombros.

Ingresé al dormitorio, encontrándome con Marcus aún dormido sobre mi cama.

Desde hace unos días decidí aprovechar que me levantaba demasiado temprano para ejercitarme otra vez. Antes lo hacía casi todos los días, pero hace un mes y medio que lo dejé, tal vez por desgana.

No es como si mi cuerpo se manteniera así de la nada, tenía un gran trabajo detrás tanto de ejercicio como de dieta, comencé ya que se supone que hacer deporte ayuda a mantener saludable la mente.

Y era bastante cierto. Hacía tanto deporte porque me ayudaba a despejar la mente o reflexionar de manera correcta.

—Marcus... —susurré, dejando a un lado la toalla y colocándome una camiseta gris de manga corta. El nombrado dio un gruñido somnoliemto .— Ya casi es hora de comer —dije gracioso. El pelirrojo bostezó, mirándome adormilado.

✖¿Hay amor?✖ (BL) FINAL IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora