Zarah era una sonrisa honesta.
Aris nunca sonreía.
Zarah era de colores.
Aris era blanco y negro.
Zarah nunca pensó que conocería a alguien como Aris.
Aris nunca pensó que se enamoraría de alguien como Zarah.
Un campamento.
Un amor fugaz.
Un...
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-No aceptaré un no por respuesta- insistió Mark, y sabía que no podría rechazar.
-Solo por hoy Mark, sabes que tengo muchísimo trabajo- respondí tomando mi bolso.
No había salido a cenar con nadie desde hacía meses y cómo al parecer la solución de Mark para todo era salir a comer, me había invitado al restaurante Piarelli puesto a que la primera vez que habíamos ido, no habíamos podido cenar por el tiroteo.
Le agradecía tanto el hecho de que se preocupase por mí, pero el problema estaba en que Mark pretendía a más que una simple amistad y era algo que me incomodaba.
Salimos de mi oficina y caminamos hasta la puerta de la casa en silencio, ese silencio de luto que siempre me acompañaba.
Llegamos al lugar y lo único que hice en toda la cena fue hablar del trabajo, me había obsesionado completamente y trabajaba más de 18 horas por día. Era lo único que me hacía sentir cerca de Liam, lo único que me hacia sentir que todo estaba bien, pero la verdad estaba clara: me estaba hundiendo cada día más.
Los dolores de cabeza se habían vuelto constantes y había empezado a abusar del vino, buscando en él el apoyo que necesitaba.
Los chicos estaban a mi lado, siempre ayudándome, pero habían cosas que simplemente no podía hablar ni con ellos, ni con nadie.
Liam, por ejemplo, era un tema de conversación que evitaban últimamente, como si fuese alguna clase de enfermedad.
A Zarah le quedaban aún unas 2 semanas en el campamento y si era verdad que Liam estaba en Londres, lo encontraría.
A mitad de la cena, Mark me tendió un sobre.
-¿Qué es?-pregunté abriéndolo.
-Un regalo-
Eran dos boletos de avión para ir a Inglaterra.
Lo miré confundida.
-Nos vamos de vacaciones- dijo con su sonrisa ingenua.
Esto era sin duda una sorpresa.
-Pero y el trabajo, la banda...- tartamudeé.
-He hablado con los chicos, se encargaran de todo. Estamos muy preocupados por ti y han pensado que sería una estupenda idea esto de las vacaciones.-
Miré rápidamente las fechas de los tickets, salían en la mañana.
-Mark sabes que me encantaría pero...-empecé pero Mark me interrumpió.
-No puedes quedarte toda la vida encerrándote en esas paredes que has construido Ziel, también eres humana y tienes que descansar y divertirte. Lo mereces más que nadie-
Definitivamente no sabía que hacer.
Pensé en Zarah: tenía ya dos semanas sin verla y me hacia mucha falta. También podría ver de una vez por todas si Liam estaba en Londres.
-Está bien- dije sin estar convencida y Mark sonrió vistorioso.
Luego de la cena, Mark me dejó en la casa y me acompaño hasta la puerta como siempre hacía.
-Me alegra que hayas aceptado- dijo con una sonrisa franca antes de darme un beso en la mejilla y agregar-Te paso a buscar mañana a las 8-
Lo vi luego subir a su auto y yo entré a la casa a hacer mis maletas.
PUNTO DE VISTA DE
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Cuando salí del edificio de Jane, empecé a caminar sin rumbo por las calles de Nueva York tratando de decidir si iría a ver a Ziel o a Tyler y a Kalum.
Alrededor de las 10 de la noche y después de haber caminado casi todo Manhattan, tomé mi decisión.
Necesitaba verla.
Aún tenía mis llaves de la mansión, pero aún así decidí entrar por la parte de atrás, por una pequeña puerta discreta que solo mi padre y yo sabíamos que existía y que usabamos en caso de problemas. Esa puerta daba directamente al jardín y podía llevarme a la entrada de la casa, pero detuve mis pasos al escuchar un auto estacionarse. Me asomé un poco intentando no ser visto, mezclado entre aquella oscuridad me sentía como una ladrón en mi propia casa.
Allí estaba ella, radiante y delicada, con aquellos ojos que brillaban sin importar la oscuridad. Mi corazón se detuvo.
Ziel.
Detrás de ella venía Mark, sonriente, estaban solo los dos.
Me acerqué un poco más hasta que la puerta principal apareció en mi campo visual.
Estaban hablando y de repente le dio un beso y ella sonrió. Yo, en cambio, sentí que se me caía el alma al suelo.
Ziel y Mark estaban saliendo.
Intenté moverme, pero mi cuerpo se había quedado plantado en aquel jardín como una de las plantas.
Era lo correcto, era lo que le había pedido, había pedido que me olvidara y lo había hecho, pero no podia evitar sentir aquel ardor tan desgarrante, el dolor de sentir su corazón romperse el miles de pedazos.
Una lágrima se deslizó por mi mejilla. Una sola, pero contenía el dolor de todos los llantos del mundo.
Salí de allí justo como había entrado, decidido a no volver más.
