PUNTO DE VISTA DE
La veía pasar frente a mí todo el tiempo, dirigiéndose a su clase o simplemente sentada en la biblioteca con un libro en mano, ignorando completamente mi existencia como yo fingía ignorar la suya. No hablábamos e intentábamos nunca cruzar miradas, como si estuviese prohibido. Y no, no había dejado de quererla, nisiquiera un poco, pero empezaba a entender que por más que quisiera, no se podía tenerlo todo. Así que la dejaría, la dejaría ir porque era lo mejor para ambos. Callaría al desgraciado de mi corazón cuando me pidiese estar con ella. La dejaría ir porque estar con ella dolía más que olvidarla, aunque sabía que no lo haría nunca.
Había empezado a escribir más, utilizando el dolor como musa para no pensar en lo que pudo haber sido y solo contentarme de lo que fue. Porque fue sin duda lo mejor que me había pasado.
Cuando llegué a casa después de mi largo día, noté que todo estaba en silencio, lo que no era normal ya que por el embarazo, mi madre siempre estaba en casa. En cambio, quién estaba allí era Paul, su esposo. A penas hablábamos, pero al ver su inquietud y nerviosismo, corriendo por toda la casa, no pude evitar preguntar.
-¿Qué pasa?-
El se detuvo unos segundos para responderme y pude notar que estaba sudado.
-¡Aris!- dijo como si estuviese increíblemente relajado de verme. -Tu madre está en el hospital, dará luz en unas horas. He intentado irme con ella pero me ha pedido que buscara algo- me explicó corriendo
-¿Buscar qué?- pregunté sintiéndome yo también muy nervioso. Debía sera algo muy importante para que Paul estuviese aquí y no con ella.
-Me dijo que era una carta, en un pequeño sobre amarillo- dijo.
Inmediatamente supe de que hablaba.
Yo había escrito esa carta.
Era el primer regalo que le había hecho a mi madre. Debía tener unos cuatro años, Elizabeth aún no había nacido. La había hecho en la escuela, un regalo para el día de las madres.
Era un dibujo horrible de ella y yo, dibujados con crayon azul y brillantina. Arriba de nosotros, sobre lo que se suponía que era el cielo, había escrito un "Te amo"casi incomprensible con crayón rojo.
Fui a su habitación y abri el cajón de su mesita de noche. Allí estaba, intacta, como se la había dado 13 años atrás, sintiéndome orgulloso de mi regalo.
Tomé aquel sobre entre mis manos, sintiendo que pesaba como un libro entero.
-Vamos- le dije a Paul.
Nos subimos a su auto y condujo lo más rápido que pudo al hospital.
-¿Porqué es tan importante aquel sobre?- me preguntó una vez nos bajamos del auto frente a la entrada del hospital.
Pero yo tampoco conocía aquella respuesta.
Paul, que si estaba autorizado a estar con ella durante el parto, corrió a la sala mientras yo me dirigía a la sala de esperas. Pero al llegar, alguien ya estaba allí.
Lydia.
Me pareció un total descaro verla allí después de todo lo que sabía, pero me dije que era la mejor amiga de mi madre y que ella debió haberla llamado. Me senté a su lado como lo hubiese hecho naturalmente. Aquella preciosa mujer que era madre de Amanda, había tambien sido un gran apoyo para mí, pero no podía quitar de mi cabeza todo el dolor que le había causado a mi madre y me preguntaba como era posible que siguiesen siendo amigas después de todo lo ocurrido.
-Aris, ¿Cómo estas?- me preguntó amablemente de manera maternal.
-¿Muy bien y usted?-respondí más por reflejo que por verdad.
-Sé que este es un momento difícil para ti Aris, pero te prometo que todo estará bien- me dijo con una mirada triste.
Lydia no tenía idea de que sabía lo que había ocurrido, y lo más sabio sería seguro no decir nada, pero aún tenía una pregunta que mi madre no pudo responder.
-¿Te arrepentiste alguna vez de separarte de Elizabeth?- pregunté atento a su reacción.
Se instaló entonces un silencio entre nosotros y supe que ella había entendido de lo que hablaba.
-Tu madre te ha contado...- respondió con la mirada perdida, y tuve miedo de que llorara allí mismo de lo inestable que se veía.
-Así es-
-Si me arrepiento, todos los días, todas las horas.- me respondió volteando su mirada hacia la mía, y supe por sus ojos que decía la verdad.
Una lágrima empezó a correr por su mejilla, pero la retiró rápidamente con la palma de su mano.
Nos quedamos en silencio todas la horas que continuaron, fueron muchas, se hizo de noche, pero ambos seguimos allí esperando por noticias.
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Olvídame Ángel (Completa) #OLVIDADOS#2
RomanceZarah era una sonrisa honesta. Aris nunca sonreía. Zarah era de colores. Aris era blanco y negro. Zarah nunca pensó que conocería a alguien como Aris. Aris nunca pensó que se enamoraría de alguien como Zarah. Un campamento. Un amor fugaz. Un...