Puedo montarme mis películas, sobre mí, sobre ti, sobre nuestra vida. Soy de aquellas personas que cuando imaginan lo hacen a lo grande, cogen una pelota la transforman en mundo y dicen: "Toma. Te lo regalo. Para que te quedes conmigo."
Entonces sigo imaginando lo que sería despertar a tu lado, con esa media melena que te cae por la cara y oculta entre sus hierbajos el color oscuro de unos zafiros. Porque recuerda, soy de aquellas personas que cuando imaginan, lo hacen a lo grande.
Tú y yo. Mojitos. En la playa. Dos de la mañana.
Escuchando como la brisa del mar nos incita a una guerra de agua fría y a una gripe que nos mantendrá unos tres días en cama. Pero "Aléjate. No me mojes". Sonrió. "Te vas a enterar".
Corro, te abrazó, pegó un salto, me subo a tu espalda y susurro "Abrázame que tengo frío".
Y es que soy de aquellas personas que cuando imaginan lo hacen a lo grande. Piensan que aun sigues aquí, a mi lado, enredado entre las sabanas. Pero todo se ha escapado del cajón de los recuerdos, aquel que guarda dos calcetines agujereados, una sudadera gris que me viene dos tallas más grande y una carta de despedida no firmada.
La película no tuvo éxito. El público estaba exigente y se marcharon antes de los tres primeros minutos. ¿Y yo?
Yo me quede viendo los tráileres.