Sorpresa III

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Ya pasaban de las tres de las cuatro de la tarde cuando Howard decidió entrar a la mansión después de todo ya era hora de comer. Decidió echarle un vistazo a su hijo antes de ir a la cocina, llegó hasta el huerto y ahí vio al pobre castañito hincado en la tierra y debajo del sol, con una regadera y una palita llena de tierra mientras veía con detenimiento la zona en donde había plantado la semilla.

Howard se encogió de hombros y mejor se fue a comer. —Está bien, ya se le pasará.

Al llegar a la cocina se encontró con Jarvis que estaba por terminar la comida, ambos se saludaron y el pelicafé optó por sentarse en la mesa.

—Quiero hacerte una pregunta, Howard. —Jarvis dejó de lado lo que estaba haciendo y miró a los ojos a su marido con el ceño fruncido.

Stark arqueó una ceja, ¿No había hecho nada malo, verdad? —Lo que sea que estés pensando yo no lo hice.

—Dejame terminar. —suspiró con frustración y prosiguió cuando su pareja asintió. —¿Qué se supone que está haciendo Tony? Ya lleva en el huerto desde medio día y cuando le pregunté me dijo que esperaba su regalo. —se cruzó de brazos observando como el de más baja estatura desviaba la mirada. —¿Qué mentira le dijiste?

—¿Acaso me crees capaz de mentirle a nuestro hijo? —se ofendió Howard.

—Sí. —afirmó sin más, sin siquiera pensarlo.

—Me duele tu forma de pensar con respecto a mí. —se cruzó de brazos pero sintió como Jarvis comenzaba a penetrarle con la mirada. —Ay, está bien, solo está plantando un rábano.

—¿Y eso?

—Son cosas de niños. —se encogió de hombros. —Oye, Jarvis.

Para ese momento Jarvis ya había regresado a lo suyo. —¿Hm?

—¿Qué opinas de traer a este mundo otro mocoso? —Howard tenía que preguntarle a su esposo, necesitaba saber su respuesta antes de que sucediera algo indebido.

—¿Otro hijo? —Jarvis se sorprendió por la pregunta pero al ver la seriedad de Stark decidió pensar la respuesta.

Por otro lado Tony veía la tierra con un enorme detenimiento, no le quitaría los ojos de encima capaz y su hermano se escapaba.

—No me moveré hasta que sea la hora... —le dijo a la semilla, aunque se le hacía raro que los niños nacieran de semillas pero como su papá se lo dijo decidió creerle.

A Través De Nuestros OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora