Prioridades IX

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Los tres adultos llegaron hasta donde la familia de Sarah se encontraba, no estaban muy lejos pero tampoco estaban a simple vista debido a los arboles y arbustos de la zona, además de rodear varias canchas de tenis.

La hielera con la comida estaba sobre una mesa de concreto bajo la sombra de un pequeño techo de madera, sobre la banca de la mesa se encontraba sentado un hombre que cuidaba la mesa y la vez no le quitaba de encima a los dos niños que jugaban con un par de carritos a varios metros de distancia de él.

—Ya regresé, cariño. —saludó la mujer con una sonrisa. —Ya traje a los irresponsables.

—Je... ¿Dos hombres? —se sorprendió un poco. —Esto si que es nuevo.

—Yo soy Jarvis, un gusto. —se acercó hasta el hombre que estaba sentado para saludarlo de mano. —Ahora si me permite iré por mi hijo.

—No los interrumpan, están jugando y parece que se llevan muy bien. —habló el esposo de Sarah, dirigió su mirada al otro tipo que no se había presentado. —¿Y tu eres?

—Howard. —imitó el acto de Jarvis de saludarlo de mano. —Gracias por cuidar de Tony.

—No hay problema, yo quería llevarme al niño a nuestra casa y así ahorrarnos el embarazo y eso pero mi esposa dijo que no, y pues no es no, según ella. —sonrió observando a su esposa. —Ah, antes de que se me olvide, me llamo Joseph.

—Bueno, necesitamos avisarle a Tony que estamos aquí. —dijo Jarvis queriendo ir a abrazar a su hijo, por Dios, se le había desvanecido un peso de encima.

—Dejenlos jugar, están muy cómodos así que dejenlos un rato para que llenen. —Sarah tomó asiento al lado de su esposo. —Vamos, sientense y platiquemos un poco.

—Lo siento pero tenemos planes. —Howard comentó un poco serio, estaba decidido a ganarse el amor de Tony aunque ya lo tenía pero no igual que Jarvis y eso le deba envidia.

—Creo que es buena idea que los niños jueguen entre ellos y convivan. —Jarvis le dio la contraria a su esposo, no haría daño que Tony hiciera amigos con desconocidos de vez en cuando, así que sin más tomó asiento en frente de la pareja, acto seguido Howard se sentó al lado de él. —¿Cuántos años tiene su hijo? —miró al pequeño rubio.

Joseph respondió la pregunta con una sonrisa. —Tiene unos tres años y medio, por cierto, miren, su hijo parece no acordarse que tiene papás.

—No diga eso por favor. —respondió Jarvis un poco decaído.

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Esta parte está por llegar a su fin, creo... Bueno, no sé me ocurre el siguiente tema así que ¿podrían sugerirme algunos? (Aunque sólo sea uno).

Gracias por leer.

A Través De Nuestros OjosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora