—¿No hay disponible una habitación compartida? —pregunta mi madre al recepcionista de la residencia.
—Mamá, no quiero una habitación compartida —insisto, por decimoquinta vez. Mi madre me mira y veo que está preocupada, pero ve en mi mirada que estoy determinada. Y que, al final, tener una compañera de habitación será contraproducente.
—Vale, hija —dice, sin insistir.
—¿Habitación individual entonces? —pregunta el recepcionista, y ambas asentimos—. ¿A nombre de Moon Hyeon? —vuelve a cuestionar, mirando el formulario que le hemos entregado con todos los datos. Volvemos a asentir y el chico se tira un rato tecleando en el ordenador. Yo me dedico todo ese tiempo a observar las paredes del sitio en el que pasaré los próximos meses—. Estupendo, aquí tiene la llave. Su habitación es la 527. Quinta planta, pasillo de la derecha.
—¿Hay ascensor? —insiste mi madre.
—Claro, señora. Detrás de esa puerta roja —responde señalando, con una paciencia infinita.
—Perfecto, muchísimas gracias —digo yo, antes de que mi madre le machaque a preguntas. Cojo la llave e intento coger la maleta al menos, pero mi madre me lo impide.
—Lleva las muletas.
Pongo los ojos en blanco, pero le hago caso. Ya bastante está accediendo a esta locura. Aunque bueno, cómo no va a acceder si la terapeuta la convenció de que era lo mejor.
Mi madre no habla en todo el trayecto hasta la habitación, y eso me indica que está más preocupada de lo que quiere mostrar. Es normal, porque yo también tengo un poco de miedo, pero sé que es lo que necesito: intentar superarlo, salir de Busan.
Recorremos el pasillo en silencio y, con la llave que me ha dado el chico de la recepción, abro mi cuarto. Tiene las paredes blancas, una cama individual en una esquina, una ventana bastante grande desde la que se puede ver el campus y, debajo, un escritorio blanco. Cuando entramos veo una puerta a la izquierda que dará al baño de la habitación y, a la derecha, un armario pequeño. Todo bastante funcional, pero no está mal.
Mi madre deja la maleta al lado del armario e inspecciona todo, como asegurándose que la habitación está en perfecto estado para dejarme ahí. Creo que si hubiese localizado una grieta hubiese visto su oportunidad para sacarme la idea de la cabeza. Pero sabe que no puede.
—¿Estás convencida de esto, Hye?
—Convencida no, pero creo que puede ser bueno para mí. Sabes tan bien como yo que me estaba ahogando en casa.
"Que estaba lamentándome demasiado, recordando demasiado".
Mi madre asiente y se lleva las manos a los bolsillos traseros de sus pantalones, pensativa.
—Si necesitas algo sabes que puedo coger el primer tren a Seúl —dice. Yo asiento—. Y llámanos a diario, por favor.
—Sí, mamá, tranquila. Voy a estar bien, ¿vale?
Sus brazos me rodean rápidamente y yo le correspondo e intento que no me contagie las lágrimas. Lo que me faltaba, ponerme a llorar.
—Bueno... Me voy. Te aviso cuando llegue. Tú solo... Cuídate. Y ve a las revisiones del médico —dice. Yo asiento y me dirijo a la puerta. Mi madre me da un último abrazo y desaparece, dejándome sola en mi nuevo hogar.
Por primera vez en cuatro años, estoy completamente sola. Y, lejos de sentirme mal, siento liberación.
Aunque sin mi madre pululando alrededor todo el rato, ayudándome hasta en las tareas más sencillas, parezco un poco fuera de lugar. Pero ella no va a estar en los próximos meses, así que decido empezar a acomodarme en el cuarto metiendo la ropa en el armario y sacando las pocas cosas que he traído a Seúl en la mesa: mi ordenador portátil, mi ebook y mis materiales de pintura, principalmente.
Creo que he pasado demasiado tiempo vaciando todo, porque mi madre me manda un mensaje avisando de que ya ha llegado a Busan y preguntándome qué tal estoy. Intento responder lo más animada posible, para que piense que ha sido una buena idea dejarme aquí, y acomodo las muletas al lado de la cama antes de sentarme.
Mañana empiezo mis clases de Bellas Artes en la Universidad Nacional de Seúl y, antes de eso, no tengo nada que hacer. En parte por eso quería venir. Quería encontrar algún modo de mantener mi mente ocupada lejos de todos los pensamientos negativos sobre qué pasó hace cuatro años, y nada mejor que salir de Busan para hacerlo. Porque aquí nadie me mirará con lástima, nadie asociará el nombre de Moon Hyeon con la palabra tullida.
Miro al exterior y veo que ya está anocheciendo, así que decido ponerme alguna película en Netflix para matar el rato hasta mañana. Cojo mi portátil y lo dejo a los pies de la cama encendiéndose antes de quitarme la prótesis que llevo en el lugar en el que debería estar mi pierna derecha. Limpio el encaje con una toallita del paquete que he dejado encima de la mesa y, con las muletas, me traslado al baño para lavarme el muñón y echarme crema. Es mi ritual de cada noche, una de las cosas que tengo que hacer como quien se lava los dientes para poder mantener lo que me queda de pierna sano. Mi madre siempre me ayudaba, sobre todo al principio, aunque cada vez he ido cogiendo más autonomía. En realidad, es una de las cosas que pretendía viniendo a Seúl, poder ser completamente independiente.
La terapeuta siempre ha insistido mucho en eso, en que vivir sin una pierna no es un gran drama. Que puedo hacer vida normal. Y es verdad, a medias. Porque puedes, siempre y cuando el fantasma de lo que una vez tuviste no aceche, recordándote cómo era tu vida antes y cómo es ahora. Y a mí ese fantasma se me acerca más veces de las que me gustaría.
Mañana empiezo de cero. Como si hubiese vivido siempre así. Como si no me faltase una parte importante. Y lo hago sola, porque necesito dejar atrás el dolor, los días de rehabilitación y las noches llorando por ese fatídico día.
Porque necesito alejarme de tu recuerdo.
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Muchas gracias por el apoyo que le estáis dando a esta historia aunque acaba de empezar 💜💕💜
Creo que después de este capítulo queda un poco más claro el rumbo que va a tomar esto, pero espero que os sorprenda y que os guste.
¡Nos leemos el lunes que viene!
PD: El jueves intentaré dejar preparado relato de Smut.
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The ghost of it - jjk, myg, pjm
FanfictionHan pasado cuatro años desde el día que cambió la vida de Moon Hyeon para siempre. Cuatro años de lamentos, reproches y dolor. Ahora quiere pasar página, pero, para eso, tendrá que enfrentarse a todos los fantasmas de su pasado. Y eso incluye a Min...