The ghost of it - jjk, myg, pjm

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He estado toda la tarde escribiéndole el correo a Jungkook. Encontrando las palabras adecuadas para abrirme en canal ante él, al fin. Sé que le he dado vía libre para que hurgue y me dé donde más me puede doler si quiere, pero confío en él. Tanto como para no solo decírselo, sino contarle cómo me sentía y cómo me siento. Cómo me hace sentir.

Bueno, quizá ahí me dejé llevar demasiado. Pero escribirlo siempre ha sido más fácil que decirlo en voz alta, así que casi no me di ni cuenta de lo que había dicho cuando mandé el correo. Ahora, releyéndolo, sé que me he pasado. A lo mejor debería haberle dado una vuelta antes de enviarlo; perfeccionarlo más.

Pero si lo hubiese hecho, se hubiese quedado como un borrador más.

Cierro el portátil para dejar de pensar en ello y en lo mal que me siento de repente y me levanto: quizá, si como algo rico, se me pase. Un helado o algo. Seguro que Namjoon tiene uno perfectamente etiquetado; ya se lo pagaré.

Solo que no puedo dar ni un paso fuera de mi habitación cuando una fuerza me arrastra de nuevo hasta dentro, rodeando mi cuerpo entero de calor, mucho calor.

—Dentro, dentro, dentro —dice, deprisa, dando un golpe con el pie en la puerta para cerrarla a sus espaldas. Mis ojos imitan a la madera y mi nariz respira su aroma antes de poder rodearle con los brazos. Fuerte, muy fuerte.

Lo ha leído.

—¿Por qué has venido tan deprisa?

Yo, en su lugar, hubiese necesitado un rato para procesarlo.

—Mi novia me ha dicho que está triste, así que vengo a hacerla feliz.

Le quiero, pero le odio por hacerme sentir tanto.

—¿Quieres que llore?

Ahí separa su cara de mi pecho para mirarme a los ojos. Está sonriendo tan bonito, tan sincero, que le imito con una mueca un poco más pequeña.

—Quiero que sonrías así. Más grande. Hasta que no puedas verme.

Y casi me sale solo, porque él me hace ser un poco así: feliz. Y digo casi porque me da un besito corto y así no hay quien mantenga la expresión.

—Creo que te quiero un poquito más, ¿sabes? —dice, contra mis labios, antes de volver a besarlos. Y pienso, mientras estoy ahí, sintiendo su suavidad y su calor, que si tuviese dos piernas me hubiese enganchado como un mono a su cintura para que me diese vueltas por toda la habitación y poder girar y girar y girar como mis pensamientos en este momento. Pero no puedo.

Y tampoco puedo decirle que le quiero, porque se me cierra la garganta cada vez que lo intento. Por eso me separo con cuidado y vuelvo a refugiarme en su pecho.

—¿Quieres hablar? —susurra en mi oído, peinando mi pelo. Me encanta que lo haga. Niego y él suspira—. ¿De verdad quieres hacer el amor?

—Sí —admito, y cuelo mis manos por debajo de su camiseta para tocar su piel. Le da un escalofrío.

—Pero eso no te va a hacer estar menos triste, lechuguita.

Sonrío y me alejo para verle. Qué bonito es.

—No lo sé porque no lo he probado, pescadito. Además, ya te lo he contado todo.

—Pero puedes decirme cómo te sientes. Qué cosas te hacen feliz... Podemos ir de compras si quieres. A lo mejor te viene bien salir de aquí.

—Quiero hacer el amor; no te hagas el difícil, JK —le pido y él se parte de risa.

—¿Y si sigues triste?