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Estoy un poco más tranquila. Mis pulmones han encontrado una fina línea de aire que llega a través de mis fosas nasales a un ritmo muy, muy lento. Mis ojos miran al techo, esperando encontrar en el blanco puro de la superficie un poco de calma.

Sang me ha hecho ver que no está todo tan perdido. Que le he superado un poco. Porque sé que, si no, hubiese reaccionado de otra forma (quizá con él dejando que me la metiera de nuevo). Pero ahora sé que es verdad, que no le quiero en ninguno de los sentidos de la palabra.

Aunque también sé que sigo mal, porque su presencia me sigue afectando más de lo que me gustaría y porque al escucharme, la única solución de Sang ha sido que volviese a tomarme una de esas pastillas que hacía tiempo que no tomaba.

Quizá ha sido peor de lo que me imagino.

Lo bueno de la pastilla es que ayuda a que todo se calme y me hace olvidar un poco la razón por la que me la he tenido que tomar.

Tengo puesta de fondo una lista de canciones a piano en Melon que también contribuye a que mis ojos se vayan cerrando poco a poco para pensar que todo esto no es más que una pesadilla.

Y, pese a todo lo que está intentando ayudarme a abstraerme, todavía soy capaz de escuchar con fuerza los tres golpes a la madera de mi puerta. Aunque tardo un poco más en reaccionar de lo normal, por eso llaman otra vez mientras voy de camino a la puerta.

—¡Hye! ¿Tienes tu botiquín de primeros auxilios? No sé dónde lo he metido y...

—¿Y?

—Nada, que lo necesito. ¿Lo tienes?

—Sí, claro —respondo. Sé que mi voz suena un poco aletargada. De hecho, no me siento yo misma (principal razón por la que no suelo medicarme), pero Namjoon no parece darse cuenta—. Ahora vengo.

Voy al baño despacio y cojo el botiquín con todo lo que tiene dentro, porque Namjoon no se ha esforzado en decirme qué es lo que necesita, pero cuando me acerco de nuevo a la puerta casi me lo arranca de las manos. No sé de dónde saco la fuerza para retenerlo en mis manos. Ni de dónde sale lo que dicen mis labios.

—¿Para qué lo necesitas?

Namjoon se lo piensa mucho (muchísimo) antes de darme una respuesta.

—Jungkook se ha dado un golpe con la mesa y quería curárselo antes de que lo pusiese todo perdido.

Sé que sin la pastilla mi corazón hubiese montado una rabieta, pero ahora estoy sorprendentemente tranquila ante su noticia. 

Todo está bien.

—Vale, te acompaño. Los dos sabemos que no eres demasiado bueno con estas cosas.

—Ehhhh... estoy seguro de que Jungkook... —pero según lo va diciendo yo cierro a mis espaldas y me encamino a su habitación con el botiquín en las manos—. ¿Estás bien?

—Sí. Muy bien —admito—. ¿Puedes abrir?

Namjoon me mira de lado, pasando su peso de un pie a otro y dudando, otra vez, muchísimo.

—Pues dejarme el botiquín y ya me encargo yo.

—Quiero hacerlo yo —le digo—. Así le veo.

—Le has visto hace nada, está igual que...

—Necesita un botiquín, así que no creo que esté bien.

El ceño de Nam se frunce, pero al final abre la puerta y me deja pasar. Jungkook está sentado en la cama de mi amigo con una toalla en el labio y una brecha pequeña en la ceja.

The ghost of it - jjk, myg, pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora