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—A ver: que me muero, sí, pero no es el fin del mundo, ¿vale?

Miro a Ahn con los ojos acuosos. Creo que no he podido mirarla de otra forma desde que lo supe; que no he podido hacer otra cosa que no sea llorar todas las noches. Pero hoy está ella aquí para nuestro plan de cada miércoles y... No puedo ni siquiera pensar en que no va a estar todos los demás.

—Lo es —digo. Y va completamente en serio.

Ahn bufa desde su colchón en el suelo, antes de subirse a mi cama y sujetarme de la mano. Está suave y caliente, como siempre. Viva.

—Sé que te lo parece porque es una putada. Y créeme que la más jodida soy yo; al fin y al cabo, voy a tener que dejaros a vuestra suerte, ¿y quién va a mantener Hyekook a flote cuando yo me vaya? ¿Eh?

—Ahn... Va en serio —me reafirmo.

—Y yo, Hye; yo también voy en serio. No quiero verte triste ni un solo día más porque sabes que me voy a morir. ¿Ves por qué Jimin no tenía que haber abierto la bocaza?

—¿Por qué tú no lo estás?

—¿Por qué no estoy qué? —pregunta.

—Triste —respondo, mirándola a los ojos. Su expresión se suaviza un poco.

—Lo estoy. —Noto la sinceridad en su gesto, y eso me hace estar todavía peor—. Pero no puedo permitirme estar todos los días pensando que me muero, ¿sabes? Porque si lo hago, no voy a vivir lo que me queda al máximo. Voy a dejar que el cáncer me lleve mucho antes de mi muerte. ¿Lo entiendes?

—No.

Ahn vuelve a bufar, pero esta vez no se esfuerza en hacerme intentar comprender algo para lo que no estoy preparada, en su lugar se recuesta sobre mi hombro, mirando al frente; al cuadro que me pintó Jungkook.

—Creo que sí que lo entiendes, pero no es algo que tú harías —dice después de un rato en silencio—. ¿Qué hiciste cuando se llevaron tu pierna? ¿Encerrarte en casa?

—Sí.

—Tu pierna era un trocito de ti, pero murió y no quisiste asimilarlo, nena —continúa, acariciando el dorso de mi mano—. Y tú moriste también con ella, pero no porque te la hubiesen quitado, sino porque no querías aceptarlo. Las malas noticias no le gustan a nadie, pero en cuanto antes nos hagamos a ellas, antes podemos continuar con nuestra vida. O lo que quede de ella.

—Me cabrea verte tan tranquila, sin luchar —me quejo. Estoy a punto de llorar, pero creo que lo he hecho dos veces ya desde que Ahn está aquí, por eso ha empezado a darme la charla.

—No puedo luchar, reina. Si no, lo haría; créeme —replica—. Solo quiero... Pasar este tiempo con vosotros, haciendo cosas nuevas y disfrutando de lo que me gusta. ¿De qué me sirve estar todo el día triste y enfurruñada? De nada. Y a ti tampoco te sirve.

Sang ya me ha dicho esto, en realidad. Se lo tuve que contar, por eso de que ahora estoy empezando a ser sincera y porque tampoco podía pensar en otra cosa. Siempre es muy correcta, así que dijo que lo sentía mucho y me preguntó que cómo estaba yo. Ahí me di cuenta de que la que peor lo debería estar pasando es ella y, sin embargo, la veo bien. Y me jode, porque yo no puedo estarlo. Por eso Sang me dijo que quizá es porque debería asumirlo y aprovechar el tiempo; que al menos me estaban dando la oportunidad de pasar más tiempo con ella. Pero todavía no soy capaz de verlo, ni siquiera con Ahn diciéndomelo a la cara.

No quiero que se vaya.

—No puedo estar de otra forma.

—Ya, y me juego el cuello a que el imbécil de Jungkook está igual, ¿verdad? Y eso es porque no tenéis sexo. El sexo lo cura todo.

The ghost of it - jjk, myg, pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora